Paradójicamente, las sincronicidades son una materialización viva sin mediación alguna de nuestra parte inconsciente mientras simultáneamente son una manifestación nuestra no localizada que requiere que nos abramos a una conciencia mayor.
Siendo un símbolo genuino, las sincronicidades son una declaración del alma, ya que contienen una expresión y unión de los opuestos.
Las sincronicidades son el alma en acción.
ARQUETIPOS
Las sincronicidades ocurren cuando pasamos fuera de nuestra dimensión personal y accedemos a lo que se conoce como la dimensión arquetípica de la experiencia. Si nos embebemos e identificamos con la perspectiva persona-lística, person-alizamos nuestra experiencia imaginando que existimos como una persona aislada del espacio alrededor nuestro. Y así estamos hipnotizados dentro de un punto de vista particularizado que se envuelve en una vida aparentemente autónoma en sí misma, y crea un lazo retro-alimentativo, una profecía auto cumplida. El ser identificado con el punto fijo de referencia del ente separado limita nuestra libertad, atrapa nuestro poder creativo y entorpece nuestra compasión. En el punto que nosotros reconocemos nuestra naturaleza soñadora de la situación, salimos fuera del punto de vista person-alístico y reductivo basado en la causalidad lineal (por ejemplo, la perspectiva de la ilusión de la piel que encapsula al ego) y entramos dentro de una perspectiva más arquetípica en donde nos encontramos jugando papeles más eternos, míticos y divinos del drama encarnacional.
La sincronicidad del paciente de Jung reveló algo no solo sobre su proceso personal y interior sino una revelación de un proceso arquetípico profundo que existe en el inconsciente colectivo. La sincronicidad fue simultáneamente revelando una dinámica que es personal y colectiva al mismo tiempo, es en el momento de estar en el punto muerto que la profunda dinámica arquetípica dentro de la psique se activa y se expresa no-localmente a través de la sincronicidad permitiendo ver el canvas del aparentemente mundo externo, tanto como el mundo interior. Citando a Jung: “el paciente del escarabajo se encontraba en una situación imposible porque el tratamiento estaba en un punto muerto y parecía no haber una salida. Es este tipo de situación lo que constela en la mayoría de las veces al arquetipo.” Lo que es verdad individualmente es también verdad colectivamente cuando nosotros como especie nos encontramos en una situación imposible con un plan sin salida.
Es este tipo de dilema lo que constela la sanación y el arquetipo revelador.
Aunque suene como una palabra sofisticada, un arquetipo es algo que experimentamos y sabemos íntimamente desde adentro. Un arquetipo es como un instinto psicológico o un campo informacional de influencia que modela nuestra psique, nuestra experiencia del mundo alrededor y como nos experimentamos. Jung llama a los arquetipos, “los modos típicos de aprensión”. Un arquetipo es como una rejilla subyacente o huella que in-forma y estructura como percibimos, interpretamos
y respondemos a nuestra experiencia.
La dimensión personal conforma nuestra experiencia, mientras la dimensión arquetípica simboliza y sueña sobre nuestras experiencias con un acto altamente creativo. Los arquetipos son el factor que crea imágenes en la psique, informando y dando forma a las imágenes en la mente y los sueños de nuestra alma y como tal, insisten en transformarse imaginativamente.
Cuando un arquetipo se activa dentro de nosotros, se constela no-localmente hacia fuera en el campo que nos rodea. Conversamente, cuando un arquetipo es activado en el campo aparentemente fuera, simultáneamente constela y es una reflexión de la misma actividad arquetípica dentro de nosotros.
Un campo de fuerzas magnético de un arquetipo activado ordena y organiza un campo entero para que sincrónicamente se auto-organice para encarnar “en forma” al arquetipo. El arquetipo es por tanto, in-form-acción pura.
Los arquetipos no-locales ejercen su influencia in-formacional através de un medio super fluido y carente de fricción del inconsciente colectivo mismo.
El ámbito arquetípico vaporiza los límites ilusorios -revelando el espíritu-,
y construye puentes que median y conectan el interior con el exterior,
el consiente con el inconsciente, el sueño y la vigilia.
Las sincronicidades ocurren en momentos de excitación arquetípica del campo, lo que es lo mismo que decir en momentos de crisis, de tránsito y de tensión creativa e intensidad dinámica. Los arquetipos que consiguen activarse por el campo se precipitan al exterior como una expresión sincronística del propio campo al que activan. Los periodos de disturbios de nuestro mundo son ambas una manifestación y un fuelle para un tipo específico de arquetipo de la mente colectiva de la humanidad para dibujarse todo aquello que sincronístacamente se necesita para hacerse visible en forma. Los momentos de estrés, ambos individual y colectivamente, catalizan una sanación mucho más profunda y auto-regulatoria en el proceso arquetipal para despertar dentro de la naturaleza de la psiquis humana que simultáneamente se expresa
a través del universo.
Hay una correlación sincronística profunda e íntima entre lo que está pasando profundamente en la mente colectiva de la humanidad y lo que está en juego colectivamente en el escenario del mundo. Justo como en un sueño, lo que está inconsciente se sueña y se dibuja fuera un nuestra día a día. Lo que se despliega en el sueño de una persona es una reflexión de un proceso interno; similarmente lo que se sueña por los seis mil y medio millones de personas en el mundo es una reflexión del proceso interno que ocurre en la profunda mente colectiva de la humanidad.
Cuando un arquetipo sin forma de la mente colectiva está a punto de hacerse consciente y encarnarse, tiene una carga energética que se apodera de la gente, la pone en su camino y la fuerza a actuar para dar la forma concreta.
Lo que no somos conscientes y no recordamos, lo sacamos fuera en el mundo.
Como el eje invisible subyacente del esqueleto de un cristal emergente, los arquetipos de la mente colectiva in-forman, modelan y estructuran al propio inconsciente. La dimensión interior arquetípica se revela influenciando y animando nuestro inconsciente, causándonos a actuar dentro y fuera y dar forma al ámbito arquetípico en el teatro del mundo. Y esto nos pasa individual y colectivamente en el escenario del mundo.
Los arquetipos pueden poseer a individuos y naciones. Los arquetipos deslumbran a la consciencia de tal forma que se ciegan en su propio punto de vista. Cuando un arquetipo asume el control de un persona, grupo o nación,
se puede decir que son la encarnación o la revelación de la no forma,
del arquetipo transpersonal en forma humana. Cuando un ámbito arquetipal encarna, algo de la dimensión eterna e imperecedera, se nos revela como
si entráramos en el ámbito del tiempo y la encarnación.
Las sincronicidades son revelaciones en la muesca del tiempo.
Lo que no recordamos, no asociamos a nosotros. Nuestro desmembramiento de la experiencia y dis-asociación nos polariza y empodera un reparto proporcional a la proyección fuera de nosotros y la expresión que nos lleva
a actuar fuera, en el mundo exterior.
Nos convertiremos en esa parte separada e inconscientemente actuaremos fuera en el mundo o lo proyectaremos fuera como un sueño donde lo exterior forma una parte indisoluble con nuestro interior.
Es otro forma de decir que el universo consciente es una función de nuestra Conciencia o falta de ella.