
El último domingo de abril, a favor del aire,
observo la costa llena de paseantes y pescadores desconocidos
con cara de lunes madrugador.
Es cosa de los domingos por la tarde que las palabras absorben las radiaciones nostálgicas
del alma emitidas desde el reclamo del visaje de las sirenas.
De este modo continúan escapándose palabras de los dedos, entretanto la garganta se abrasa con un suave diseminado café hasta descubrir aquello sobrenatural.