Ideé mi máscara acorde con la belleza de lo que me rodea. Era perfecta vista de lejos, por eso no dejaba que nadie se acercara. Era feliz mirando la realidad desde dos túneles minúsculos. El problema vino con él.
Se quiso acercar y le dejé.
Tocó mi máscara y se empezó a resquebrajar.
No me importó, porque el aire en mi piel me hacía
sentir viva.
Veía todo con mejor perspectiva, hasta su cara.
Sin darme cuenta, él se había quitado la máscara del todo. Me pareció tan horrible que me cambié la máscara, no sin antes dejar que el aire entre en mi piel para recordar lo que quiero que toque mi cuerpo.
Belén in red