«En contraposición a la unión simbiótica, el amor maduro es ser-uno bajo
la condición de conservar la propia integridad e independencia y,
por ello, también la propia individualidad.
El amor del hombre es una fuerza activa que derriba los muros por los que
el hombre está separado de sus prójimos, y que los une con los otros.
El amor le permite superar el sentimiento de aislamiento y separación,
pero le permite también permanecer fiel a sí mismo
y conservar su integridad, su ser-así.
En el amor se da la paradoja de que dos seres llegan a ser uno y,
sin embargo, siguen siendo dos...
El amor es una actividad, y no un afecto pasivo.
Se puede describir, de una forma muy general,
con la afirmación de que el amor es, sobre todo,
un dar y no un recibir.»