jueves, 16 de abril de 2009

Más realidad que esta...



La montaña de basura humeante 
de Phnom Penh, Camboya. 
Buscando tesoros.











Kong Siehar, es una niña de 11 años de impresionantes ojos verdes que trabaja buscando las pilas usadas de Hajira y otros tesoros metálicos en la tremenda montaña de basura humeante en Phnom Penh, Camboya. Una colina de 40 hectáreas salpicada por infinitos fuegos que estrangulan el aire con gases tóxicos. Los ojos de Kong lagrimean constantemente como defensa y protección al humo ponzoñoso.

La mayoría de los buscadores son niños de entre 7 y 11 años que se pasean descalzos durante 12 horas por montañas de desperdicios empapados buscando cualquier cosa susceptible de ser vendido. El fuego contamina sus pulmones pero ayuda a localizar más rápidamente los metales. El salario medio no llega al medio euro diario cuando encuentran metal y consiguen atraer a compradores. Un estudio japonés reciente ha detectado que el nivel de dioxinas procedentes de la combustión química de la basura y los metales pesados hallados en el metabolismo de estos chicos son suficientes para explicar el creciente número de cánceres detectados.


Los niños del polvo negro.
 Reciclando pilas en Dacca, Bangladesh.







Hajira, tiene 8 años y vive en Daccacapital de Bangladesh. Durante 14 horas al día machaca viejas baterías con el ladrillo de Shinwari para extraer la varilla de carbono, limpiarlas y reciclarlas. El polvo negro de carbono desprendido lo invade absolutamente todo y provoca multitud de infecciones por inhalación en los niños que juegan en torno al taller. Algunos tienen vetas de sangre constantemente brotando por la nariz. Hajira logra 6 Takas (10 céntimos de euro) por cada 1.000 varillas que limpia cada jornada mientras cuida de su hermano pequeño en el sucio habitáculo donde trabaja. Su madre limpia unas 3.000 varillas y con todo ello pueden comer cada dos días.

Hay cientos de pequeñas factorías como la de Hajira en la capital de Bangladesh. Familias enteras dedicadas a la extracción del carbono y pequeñas piezas de metal (zinc). Una vez separados y limpiados en el río Buriganga, los materiales son enviados a las fábricas para fabricar nuevas baterías y el metal a fundición para artesanía. Los desechos y las montañas de carbón se depositan en la ribera del Buriganga para ganar terreno al río y disponer de más espacio de trabajo.

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