Hace 64 años, alrededor de las ocho de la mañana hora local,
el ingenio nuclear llamado Little boy explosionó a 600 metros de altura
de la ciudad de Hiroshima -
con una población de 250.000 habitantes –
con una potencia de 13 kilotones de TNT (13.000 toneladas)
elevando la temperatura de la bola de fuego que se creó
a un millón de grados centígrados.
La descripción que hace del evento Bob Caron,
el artillero de cola del Enola Gay, es espeluznante,
la visión del infierno desatado por el hombre en la Tierra:
«Una columna de humo asciende rápidamente.
Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia.
Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo.
Todo es pura turbulencia.
Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas.
Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… catorce, quince… es imposible.
Son demasiados para poder contarlos.
Aquí llega la forma de hongo de la que nos habló el capitán Parsons.
Viene hacia aquí.
Es como una masa de melaza burbujeante.
El hongo se extiende.
Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura.
Crece más y más.
Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo.
Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño.
La base del hongo se parece a una densa
niebla atravesada con un lanzallamas.
La ciudad debe estar abajo de todo eso.
Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan
alrededor de las estribaciones.
Las colinas están desapareciendo bajo el humo.
Todo cuanto veo ahora de la ciudad es el muelle principal
y lo que parece ser un campo de aviación».
Unas 70.000 personas murieron instantáneamente.
Esas fueron las afortunadas. Alrededor de 70.000 resultaron heridas
y el número total de bajas hacia 1950 se estimaba en 200.000.
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