Hace unos 400 años, apenas un siglo después de su descubrimiento,
murió el último dodo de las Islas Mauricio, y con él su especie se dio por extinguida.
Se trataba de una especie de paloma gigante,
de unos 70cm de altura, y gorda, que no podía volar y que, además,
tenía fama de tonta porque no huía del hombre y se dejaba atrapar con facilidad.
En la actualidad, aún se cuestiona si era así o todo es una caricatura
basada en un puñado de especímenes.
de la Universidad de Oxford
Los primeros en describir este pájaro fueron los holandeses y se refirieron a él
como “walghvogel” (“pájaro nauseabundo”),
en referencia al gusto de su carne.
Aunque muchos escritos posteriores decían que su carne tenía un gusto desagradable,
los primeros testimonios, si bien reconocían que era dura,
decían que era buena, aunque no tanto como la de las palomas que abundaban en la isla.
El nombre “walghvogel” fue usado por primera vez en el diario
del Vicealmirante Wybrand van Warwijck que visitó en 1598 esta isla del Índico,
situada al este de Madagascar, y la dio el nombre de “Mauritius”.
El origen de la palabra dodo no queda del todo claro.
Aunque hay un cierto consenso que el nombre tenía connotaciones negativas.
Algunos creen que podría provenir de la palabra holandesa “dodoor” (“lento”),
aunque también podría proceder de “dodaars” (algo así como “nudo en el culo”)
por el “plumón” que lucía en dicha parte.
Hay otra explicación para el origen de la palabra y que lo situaría un siglo antes,
en el 1507, cuando los portugueses visitaron la isla por primera vez.
Según esta otra teoría, la palabra vendría de “dodo”,
que en portugués significa “tonto” o “zumbado”.
Tampoco se puede descartar que simplemente fuera una onomatopeya
que imitara el sonido propio del pájaro.
Como otros animales que han evolucionado
sin contacto con depredadores importantes,
el dodo no tenía miedo de los humanos y se acercaba a ellos de manera imprudente,
esto unido a que era un pájaro no volador,
lo convertían en una presa fácil, y le proporcionaron esa fama de tonto.
Sin embargo, el mal gusto de su carne,
sobre el que insisten las crónicas de la época, parece indicar
que era cazado más como deporte o diversión, que para obtener algo que comer.
Muy al contrario que otras especies también endémicas de Mauricio,
como el rascón rojo (ave a la que se podía "torear",
pues era muy fácil atraerla con un trapo de color rojo, lo cual fue su perdición),
que era alabado por su delicado sabor y que la caza humana acabó con él.
Una de las primeras imágenes de un dodo.
El desagradable sabor parece que los convirtió
en un plato poco apetecible para los colonos,
siempre y cuando tuvieran algo mejor que comer.
Hasta la fecha, las excavaciones arqueológicas no han encontrado
pruebas de la depredación humana de estos pájaros,
por lo que parecen corroborar esta tesis.
Sin embargo, en caso de hambre, la situación cambiaría.
Por ejemplo, existen numerosos testimonios de matanzas de dodos
para aprovisionar barcos.
También se han encontrado algunos huesos de dodo en cuevas de Baie du Cap
que eran usadas como refugio por esclavos fugitivos y convictos en el siglo XVII,
el aislamiento de las cuevas y su difícil acceso,
parece indicar que los dodos no llegaron hasta allí por sus propios medios.
En la actualidad se considera que más importante
que el efecto de la caza en la extinción del dodo,
fue el que jugaron las especies que antes no existían en la isla
y que el hombre introdujo en ella.
En efecto, los humanos no llegaron solos a la Isla de Mauricio,
sino que llevaron perros, cerdos, gatos, ratas y macacos cangrejeros.
Mientras los hombres destruían los bosques donde los dodos vivían,
los animales introducidos por el hombre arrasaban sus nidos
(anidaban en el suelo), especialmente los cerdos y macacos.
Las inundaciones repentinas también provocaron matanzas masivas de animales,
poniendo en peligro esta y otras especies que ya estaban riesgo de extinción.
¿Qué aspecto tenía el dodo?
Pasados los siglos la respuesta a esta pregunta aún se sigue discutiendo.
En la actualidad, sólo se conserva una cabeza y una pata momificada,
en el museo de la Universidad de Oxford,
son los únicos tejidos que podrían revelar algo de su aspecto exterior.
Así que la mayoría estudios científicos que se han llevado a cabo
se han centrado en el estudio de su esqueleto,
el mismo enfoque que se utiliza con los animales prehistóricos.
Sin embargo, al contrario que ocurre con los animales prehistóricos,
en el caso del dodo, si que se cuenta con el testimonio de personas que lo vieron
en vida y pinturas en las que aparece.
Estas pinturas retratan un ave de plumaje gris con un gran pico,
de unos 23 cm, con forma de gancho, alas muy pequeñas,
unas patas amarillas y robustas, rematada con un penacho de plumas rizadas
en su parte alta trasera.
Exhibido en el Museo de Historia Natural de Londres
Los dodos serían pájaros muy grandes, algunos podrían haber llegado
a medir un metro y pesar alrededor de 23kg.
Su esternón, sin embargo, era insuficiente para soportar su vuelo.
Como otros pájaros no voladores, los dodos evolucionaron para aprovechar el ecosistema
de la isla, en el que no había depredadores.
En ausencia de estos, no habría tenido la necesidad de desarrollar
o adaptar el sistema muscular para el vuelo.
No obstante, esta imagen de un dodo gordo y patoso,
de aquí el sinónimos de Didus Ineptus, se ha puesto en duda últimamente.
Hoy en día, la opinión general de los científicos es que los dibujos antiguos
están basados en unos pocos especímenes, muy probablemente enfermos,
que se encontraban en cautividad y que además eran sobrealimentados.
En otros casos, aún peor, eran dibujos de ejemplares disecados
o meras copias de otros dibujos anteriores.
El clima de las Islas Mauricio cuenta con dos estaciones
muy diferentes y marcadas,
la seca y la húmeda.
Es muy probable que los dodos engordaran comiendo todas las frutas
que pudieran al acabar la estación húmeda para sobrevivir a la estación seca,
en la que la comida escaseaba.
Testimonios de la época describían al dodo como un “glotón”,
lo que seguramente en cautividad y con abundancia de alimento
a su disposición de manera constante haría que los pájaros engordaran.
Esta imagen de un dodo delgado se vería reforzada
por los dibujos y los testimonios escritos de los primeros europeos que vieron un dodo,
que incluso lo llegaban a describir como un animal atlético.
Otro argumento para cuestionar
el “dodo gordo” ha sido el del análisis de la constitución de su esqueleto.
Según algunos científicos, el peso de un "dodo gordo"
hubiera sido excesivo para él.
Evolutivamente, se cree que el dodo surgió de la evolución de las palomas
que migraban entre África y el sudeste asiático.
Desde su llegada a la isla, los dodos perdieron la capacidad de volar
y se convirtieron en el ave andante y amigable que los primeros
exploradores encontraron al llegar a la isla.
Los últimos análisis de ADN llevados a cabo sobre la “momia”
de la universidad de Oxford, la única que aún conserva tejidos blandos,
y sin la cual hubieran sido imposibles,
han permitido proponer a la paloma de Nicobar como el pariente más cercano
todavía vivo, el siguiente más próximo sería una especie de palomas
“coronadas” de Nueva Guinea.
La alimentación del dodo se basaba en frutas, semillas y nueces.
Su gran pico podría ser una buena herramienta, capaz de abrir cocos.
Se ha especulado, también, sobre la relación entre la extinción del dodo
y la situación de casi extinción en la que se encuentra el tambalacoque,
una especie de árbol de larga vida,
también endémica de la Isla Mauricio, y que es conocida como “árbol dodo”.
El científico Stanley Temple sostenía que las semillas de este árbol
sólo podían germinar tras pasar por el tracto intestinal de los dodos,
por lo que la extinción del dodo sería la causante de la lenta desaparición
del tambalacoque.
Pese a llevar a cabo algunos experimentos con pavos
alimentados con semillas de tambalacoque,
los resultados de estos trabajos no fueron del todo
concluyentes debido a su escaso rigor.
Temple, además, pasó por alto los informes de otros científicos sobre semillas germinadas del tambalacoque sin necesidad de ser corrosionadas, aunque, eso sí, se trataba de casos muy raros.
La fecha exacta de la extinción del dodo tampoco está clara.
Los investigadores David Roberts y Andrew Sollow apuntan a que debido que el último avistamiento antes del de Evertsz fue en 1638, 24 años antes,
es muy probable que el dodo ya fuera un animal difícil de ver en la década de 1660,
así que el informe que se tiene de un discutible avistamiento en 1674
podría ser cierto,
ya que los últimos dodos podrían haber pasado sus últimos días sin ser vistos.
Basándose en el análisis estadístico de los últimos diez avistamientos de dodo,
entre 1598 y 1662, han fijado la fecha de la extinción del dodo en torno al 1690.
En su época, sin embargo, pocos parecieron darle importancia a la extinción
del dodo y a principios del siglo XIX comenzó a parecer una criatura demasiado extraña,
y muchos empezaron a pensar que se trataba sólo de un mito.
Fue a raíz del descubrimiento de los primeros huesos de dodo en Mare aux Songes
y de los tratados escritos sobre él por George Clarke, profesor en Mahébourg,
en 1865, que el interés por el dodo empezó a revivir.
El mismo año, en que Clarke publicó sus trabajos, el “revivido”
pájaro se convirtió en un personaje más de “Alicia en el país de la maravillas”.
Con el éxito del libro, el dodo se convirtió
en un icono bien conocido y reconocible
de la extinción.
Otra posible reconstrucción del dodo. Fuente Noorderlicht
Aparte de los restos del museo de la Universidad de Oxford,
se tenía constancia de la existencia de un ejemplar disecado que se conservó
en el museo de Ashmolean hasta 1755, cuando el conservador del museo,
dado el precario estado de conservación del ejemplar, creyó conveniente desecharlo.
Otra “reliquia” de dodo se encuentra en un museo de Sudáfrica,
se trata del único huevo de esta ave que ha llegado hasta nuestros días.
En junio del 2007, unos aventureros explorando una cuevas en las Mauricio
encontraron el, hasta el momento, más completo
y mejor conservado esqueleto de dodo.
Desparecido de su isla, el dodo sobrevive en el escudo de la República de Mauricio. Por cierto, el dodo no era tonto, tampoco estúpido, simplemente inocente y poco precavido ante lo desconocido. Tampoco tuvo tiempo para aprender.
by. Cabovolo
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