jueves, 24 de septiembre de 2009

Perimeter: La Máquina del Juicio Final


Finalizada la Segunda Guerra Mundial,
el mundo se embarcó en una delirante “Guerra Fría”,
un delicado equilibrio en el que la paz estaba “garantizada” por la capacidad
que tenía cada uno de los bandos de reducir al otro a polvo radiactivo.

En este marco se desarrollaron sistemas de ataque y defensa semiautomáticos que seguramente más de una vez nos pusieron al borde del desastre,
culpa de algún “error del sistema”.

Uno de los menos conocidos, pero más peligrosos,
era el sistema de defensa ruso conocido como Perimeter,
una verdadera Máquina Del Juicio Final automática.

Pero, ¿existió realmente?



Luego de que Estados Unidos convirtiese dos ciudades japonesas
en un montón de escombros radiactivos, el mundo no volvió a ser el mismo.

De pronto las superpotencias se dieron cuenta que para ganar
una guerra no se necesitaban millones de personas dispuestas
a sacrificar sus vidas en medio de un campo de batalla, empuñando un fusil.

Bastaba con construir un número más o menos grande de bombas nucleares
y amenazar con ellas al enemigo.

El razonamiento era, palabras más, palabras menos, el siguiente:

“si estos saben que podemos reducirlos a polvo,
nunca se atreverán a atacarnos”.

Lamentablemente,

los “cráneos” encargados del Ministerio de Defensa
al otro lado del océano tenían exactamente la misma idea.



Estados Unidos montó misiles Pershing II en las bases alemanas
occidentales en 1983

En algún momento, la locura de la carrera nuclear se convirtió
en la versión bélica del juego

“¿a ver quién la tiene más grande?”.

Ya no bastaba con un arsenal lo suficientemente poderoso
como para garantizar la destrucción de las ciudades más importantes
del enemigo.

Se construyeron bombas suficientes como para destruír
cada una de las ciudades, varias veces.

Llegado a este punto, al que los estrategas
-haciendo alarde de una idiotez fuera de serie- denominaron

“Destrucción Mutua Asegurada” o MAD
(por Mutual Assured Destruction),
la humanidad tuvo por primera vez la garantía de sus gobernantes
de que si se iniciaba un nuevo conflicto bélico a gran escala,
no habría ganador.

Obviamente, este esquema era poco satisfactorio aún para los “estrategas” encargados de mantenernos “a salvo”.

En caso de guerra, había que ser más rápido que el otro,
y asestarle un golpe mortal en sus sistemas de lanzamiento de misiles antes que pudiesen enviarnos sus “regalitos”.

Lamentablemente, los “silos de lanzamiento de misiles intercontinentales”
no estaban en un solo lugar, y el tiempo necesario para que nuestro cohete llegase hasta el país enemigo era demasiado largo como para que un ataque de ese tipo resultase efectivo.

La solución “lógica” fue montar bases capaces de lanzar misiles
lo más cerca posible del otro.

Así fue como aparecieron super submarinos capaces de permanecer
meses bajo el agua, cerca de las costas enemigas y armados hasta los dientes.

Se montaron misiles norteamericanos en Europa,
y todo estuvo a punto de irse al garete cuando los rusos intentaron
poner los suyos en Cuba.

Como fuese, la locura detrás de MAD ya no era suficiente.

¿Cual era el próximo paso?

Perimeter.

Perimeter puede, automáticamente ,
disparar todo el arsenal ruso rumbo a Estados Unidos.

De existir, Perimeter (o “la Máquina del Juicio Final”),
fue un a especie de “piloto automático” que entraría en funcionamiento
en caso de que la ex Unión Soviética fuese atacada y,
si por algún motivo, todas las presunciones de los estrategas fallasen.

Es que desde que Estados Unidos montó el sistema de misiles Pershing II
en las bases alemanas occidentales en 1983,
los militares rusos sabían que tendrían en diez a quince minutos
-como máximo- desde el momento que los misiles enemigos despegasen
y el impacto sobre el Kremlim,
para disparar sus propias bombas antes de ser convertidos en un montoncito
de escombros humeantes.

En caso de que el enemigo lograse alcanzar sus objetivos antes
de que los generales rusos presionasen sus grandes botones rojos,
Perimeter se haría cargo y dispararía, de forma automática,
todo el arsenal ruso rumbo a Estados Unidos.

A esta altura del relato ya te habrás dado cuenta
que algo como Perimeter, una verdadera máquina del apocalipsis
capaz de garantizar una respuesta automática,
no pudo ser desarrollado hace demasiado tiempo.

En efecto, los que aseguran su existencia afirman que Perimeter
nació hace solo 25 años, muy poco tiempo antes
de que tuviese lugar la caída del Muro de Berlín.

El ordenador a cargo de esta Máquina del Juicio Final obtendría
sus datos de una red de vigilancia sísmica,
equipada con sensores de presión y de radiación en el suelo y el aire.

A partir de esos datos, Perimeter era capaz de confirmar las detonaciones nucleares en el suelo ruso y, de forma totalmente autónoma,
hacerse caso de la situación.

Una vez activada, Perimeter controlaría directamente el armamento
estratégico secreto, dirigiendo un ataque termonuclear contra Estados Unidos
y sus aliados, de tal dimensión que -casi con seguridad-
arrasaría el planeta.

Obviamente, hasta no hace mucho tiempo atrás Perimeter
era uno de los secretos mejor guardado por los rusos:
si no sabes que existe, difícilmente puedas hacer planes para destruirlo.

¿Pero como se puede intimidar con algo
que no se sabe que existe?



Perimeter debía mantener el entusiasmo entre la élite militar soviética.

Si alguna vez se construyó, el estado actual de esta Máquina del Juicio Final
es un misterio.

Algunos, como el investigador Nicholas Thompson,
autor de un libro sobre la Guerra Fría titulado
“The Hawk and the Dove: Paul Nitze, George Kennan,
and the History of the Cold War”
no solo cree que fue construida sino que sigue en funcionamiento.

Otros, ante la falta de pruebas concretas de su existencia
y el hermetismo oficial ruso,
dudan que alguna vez un ingenio así haya sido construido.

Alexander Zhelenyakov, un coronel ruso que asegura trabajó
en su mantenimiento y puesta en marcha, explica que el verdadero
motivo de su creación no fue lanzar un ataque nuclear,
sino mantener el entusiasmo entre la élite militar soviética
y frenar a los extremistas en una de las épocas más comprometidas
de la historia humana.

La idea, dice Zhelenyakov, era transmitir la seguridad
de que “independientemente de lo que sucediese,
todavía habría posibilidades de venganza
y los que nos atacasen serían castigados.”



Durante décadas estuvimos al borde del desastre.

¿El peligro ya pasó?

Ni hace falta decir que, desde cualquier punto de vista,
algo como Perimeter es bastante estúpido.

En primer lugar, no tiene ningún valor disuasivo,
ya que el enemigo no conoce su existencia.

Toda la locura detrás de la “Destrucción Mutua Asegurada”
se basaba, justamente, en hacerle creer al otro
que sería convenientemente vaporizado si intentaba golpear primero.

Perimeter estaba fuera de este esquema.

En segundo lugar, matar miles de millones de civiles solo como venganza, cuando ya no habría posibilidades de ganar, solo puede tener sentido
para un puñado de militares.

Difícilmente el ciudadano ruso de a pie, que pasó toda su vida trabajando
de sol a sol, estuviese de acuerdo con la propaganda o planes oficiales.

En tercer lugar, Perimeter es una máquina,
y como tal podría cometer un error fatal.

Cualquiera que haya usado un ordenador sabe que no siempre
todo funciona como debería.

Aún los sistemas más seguros pueden fallar,
y aunque el hardware y software de este ordenador sea infalible,
todavía puede ocurrir algún error en la red de sensores,
que malinterpreten los datos recogidos y asuman que existe
un ataque en curso cuando no lo hay.

¿Poner el destino del mundo en una máquina?

Nadie es lo suficientemente estúpido,
ni siquiera las super potencias nucleares.

Después de todo,
cualquiera que haya visto Dr. Strangelove sabría que una cosa así
es una verdadera locura.


neoteo

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