Mi hora prefrida...
Me atrae la noche, ese momento en el que las ventanas iluminadas se empiezan a apagar y los ruidos de la naturaleza empiezan a salir de sus escondrijos.
Me seducen esos instantes en los que las luces se atenúan poco a poco, hasta hacerse casi oscuridad mientras los demás sentidos se despiertan.
Me embriaga la combinación del esperar a lo inesperado
y el placer de disfrutarlo, la sensación de vivir y soñar convertidas
en la misma cara de la moneda.
Me atrae la noche, ese escenario que abre el telón cada madrugada
esperando algún espectador con insomnio,
ese tintineo de estrellas y arrumacos a la luz de la luna,
ese silencio acompasado por los latidos del corazón,
esas confidencias que sólo uno es capaz de pronunciar
en voz alta a esas horas.
Me atrae la luz, las imágenes,
pero me siento más creativo cuando no hay más luz que la de los sentidos...
y caigo en ese embrujo que se dibuja a través de ellos
y se colorea con palabras.
Mi instante preferida, aquel instante donde los duendes de luz llegan.
Me seducen esos instantes en los que las luces se atenúan poco a poco, hasta hacerse casi oscuridad mientras los demás sentidos se despiertan.
Me embriaga la combinación del esperar a lo inesperado
y el placer de disfrutarlo, la sensación de vivir y soñar convertidas
en la misma cara de la moneda.
Me atrae la noche, ese escenario que abre el telón cada madrugada
esperando algún espectador con insomnio,
ese tintineo de estrellas y arrumacos a la luz de la luna,
ese silencio acompasado por los latidos del corazón,
esas confidencias que sólo uno es capaz de pronunciar
en voz alta a esas horas.
Me atrae la luz, las imágenes,
pero me siento más creativo cuando no hay más luz que la de los sentidos...
y caigo en ese embrujo que se dibuja a través de ellos
y se colorea con palabras.
Mi instante preferida, aquel instante donde los duendes de luz llegan.
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