( Elisa Golott)
Sentada en la plazoleta; la misma de todos los días, estaba con su traje dos piezas color azul, la cartera y los zapatos, ya añosos, que le hacían juego.Su rostro ajado por los años lucía un maquillaje recargado y grotesco. Siempre "elegante", con su ropa olor a naftalina, y tan delgada...de tanto usarla cada domingo para ir al escaño helado donde se acomodaba y...esperaba... La Loca de Azul la llamaban los niños de la barriada. La Pobre Mujer le decían las madres de aquéllos chicos. La Mujer de la Tristeza la apuntaban los jóvenes enamorados que pasaban tomados de las manos en las tardes domingueras. Ella creía que la miraban de admiración por su "belleza”; pero no, la miraban con lástima de encontrarla siempre allí pálida de frío en el invierno y con el maquillaje corrido en el verano de tanto sudar. Nadie sabía a quien esperaba....por tantos años, siempre igual, la misma mueca de una sonrisa al que pasaba y luego su mirada vacía a la nada... Cuando comenzaba a obscurecer, se levantaba estiraba con cuidado su arrugada falda azul, que quedaba siempre igual.
Ya eran tantos años de ese rito. Acomodaba sus huesos tullidos después de horas sentada y comenzaba la marcha con paso lento y el sonido de sus zapatos que ya de tan gastados y viejos hacían sonar un eco de metal en el piso de cemento.
Un domingo, era más tarde que de costumbre, no se paró, ni se fué; seguía allí sentada, inmóvil, con su carterita azul (de juego con los zapatos) agarrada firmemente. La gente comenzó a rodearla con curiosidad. El maquillaje pegoteado y circense le daba un aspecto de querer raptar la juventud que hacía años la había abandonado. Nadie se atrevía a tocarla... Era evidente. Ya no estaba en este mundo...Una de las chicas enamoradas le tomo su cartera para ver alguna identificación que permitiera avisar a algún pariente. Nada...solo había dentro un papel doblado, amarillento y casi deshecho...con una rosa seca dentro. Abrieron el papel...,era una nota.. "Amor voy por mi acta de nacimiento a la ciudad para poder casarnos; llego el domingo. Espérame en la banqueta donde nos conocimos, ponte ese traje azul que tanto me gusta...te dejo una rosa...llegaré antes que se marchite, te amo. Roberto" . Tenía fecha...30 años atrás.
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Roberto cuando se marchó a buscar su dichoso certificado, se quedó un día más en la ciudad a disfrutar lo poco lo que le quedaba de soltería. Bebió de más. Al cruzar la calle lo arrolló el microbus. Se lo llevaron a la morgue como NN. Pasaron los meses y nadie lo reclamó. Lo tiraron en una fosa común y en el bolsillo de su saco gris del lado del corazón de su chaqueta muy doblado y cuidado iba su certificado que nadie vio. De eso hace 30 años atrás.
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Dicen que a veces en los solitarios atardeceres de otoño y año tras año, en la lejanía, se divisa una pareja sentada en el escaño, abrazados y riendo.
El de saco gris y ella de traje azul.
Ya eran tantos años de ese rito. Acomodaba sus huesos tullidos después de horas sentada y comenzaba la marcha con paso lento y el sonido de sus zapatos que ya de tan gastados y viejos hacían sonar un eco de metal en el piso de cemento.
Un domingo, era más tarde que de costumbre, no se paró, ni se fué; seguía allí sentada, inmóvil, con su carterita azul (de juego con los zapatos) agarrada firmemente. La gente comenzó a rodearla con curiosidad. El maquillaje pegoteado y circense le daba un aspecto de querer raptar la juventud que hacía años la había abandonado. Nadie se atrevía a tocarla... Era evidente. Ya no estaba en este mundo...Una de las chicas enamoradas le tomo su cartera para ver alguna identificación que permitiera avisar a algún pariente. Nada...solo había dentro un papel doblado, amarillento y casi deshecho...con una rosa seca dentro. Abrieron el papel...,era una nota.. "Amor voy por mi acta de nacimiento a la ciudad para poder casarnos; llego el domingo. Espérame en la banqueta donde nos conocimos, ponte ese traje azul que tanto me gusta...te dejo una rosa...llegaré antes que se marchite, te amo. Roberto" . Tenía fecha...30 años atrás.
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Roberto cuando se marchó a buscar su dichoso certificado, se quedó un día más en la ciudad a disfrutar lo poco lo que le quedaba de soltería. Bebió de más. Al cruzar la calle lo arrolló el microbus. Se lo llevaron a la morgue como NN. Pasaron los meses y nadie lo reclamó. Lo tiraron en una fosa común y en el bolsillo de su saco gris del lado del corazón de su chaqueta muy doblado y cuidado iba su certificado que nadie vio. De eso hace 30 años atrás.
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Dicen que a veces en los solitarios atardeceres de otoño y año tras año, en la lejanía, se divisa una pareja sentada en el escaño, abrazados y riendo.
El de saco gris y ella de traje azul.
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