Caminamos de noche sobre oscuros raíles,
en medio de la sombra
que nos lleva al lugar de las ausencias.
Me tomas de la mano entre las calles,
me susurras los nombres de la diosa
en la ciudad dormida que bosteza
sobre agujas de sal en el destierro.
Deambulamos al alba,
entre los laberintos de la herida
que se visten de luto,
en medio del abismo de azabache.
Me acaricias despacio
como liturgia suave en un teatro,
mientras las plazas se abren al silencio.
Nos deslizamos raudos
por toboganes de orfandad,
donde la tarde arrastra melancólica
su instinto sumergido en otro tiempo.
Deletreas sin prisa versos sáficos
en el umbral amado de la infancia
que lleva al paraíso de tu luz.
Ana Muela Sopeña
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