Las experiencias espirituales serían un subproducto de capacidades cognitivas preexistentes,
no religiosas
A la hora de tratar de explicar el origen de la religiosidad en nuestra especie,
A la hora de tratar de explicar el origen de la religiosidad en nuestra especie,
los científicos proponen dos alternativas: que la religión surgió para potenciar la cooperación entre individuos no relacionados genéticamente o que emergió a partir de ciertas capacidades cognitivas preexistentes en el ser humano.
Ahora, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Harvard y basado en la psicología moral experimental, señala que la segunda explicación sería la más acertada.
Los detalles acerca de la emergencia y evolución de la religión no han sido claramente definidos, y siguen siendo fuente de debate entre los especialistas.
Según publica Eurekalert, ahora un artículo publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences proporciona una novedosa perspectiva para esta cuestión, a partir de la revisión de la fascinante relación entre moralidad y religión.
No cabe duda que las experiencias espirituales y la religión,
que se han dado en todas las culturas y momentos de la historia, están asociadas exclusivamente a nuestra especie, y que en última instancia son fenómenos enraizados en nuestro cerebro.
Sin embargo, quedan algunas cuestiones sin responder a este respecto, sobre todo cómo y por qué los comportamientos religiosos se originaron, y cómo estos comportamientos han ido cobrando diversas formas en el proceso evolutivo de la humanidad.
Dos explicaciones posibles Según explica uno de los autores del estudio,
el investigador Ilkka Pyysiainen, del Helsinki Collegium for Advanced Studies, de Finlandia, algunos expertos afirman que la religión surgió como medio de adaptación frente a la necesidad de solucionar el problema de la cooperación entre individuos no relacionados genéticamente. Otros expertos, en cambio, proponen que la religión emergió como un derivado o subproducto de ciertas capacidades cognitivas preexistentes en el ser humano.
El problema de estas dos propuestas explicativas radica en que, aunque exista cierta
base que las sustente, ambas resultan difíciles de demostrar.
Pyysiainen y su colaborador, el psicólogo Marc Hauser,
del departamento de psicología y biología evolutiva de la Universidad de Harvard,
en Estados Unidos, han abordado ambas cuestiones desde una novedosa perspectiva,
basada en la psicología moral experimental, para revisar ambas hipótesis. Juicios morales independientes Según explican los científicos en el artículo publicado
por Trends in Cognitive Sciences,
bajo el título “The origins of religion: evolved adaptation or by-product?”
(Los orígenes de la religión: ¿adaptación evolucionada o subproducto?),
ambas explicaciones fueron evaluadas a partir de la exploración de la relación entre religión
y moralidad.
Así, gracias a la revisión de los más recientes trabajos empíricos en psicología moral,
se constató que sería la segunda de las explicaciones (la religión como subproducto de capacidades cognitivas preexistentes) la que más base científica tendría.
En concreto, escriben los investigadores, el hecho de que, a pesar de las diferencias existentes entre las religiones, en realidad no existan diferencias individuales en los patrones de los juicios morales que los humanos emiten ante dilemas morales que se producen en escenarios
no familiares, sería la clave.
La moralidad y la religión están relacionadas entre sí de diversas maneras.
Para algunos, no existe moralidad sin religión, mientras que para otros,
la religión es simplemente una forma de expresión de las intuiciones morales. Pero se ha comprobado que los juicios intuitivos sobre lo que está bien o lo que está mal operan independientemente de compromisos religiosos explícitos.
Cooperación no religiosa Este hecho respaldaría la teoría de que la religión no emergió originalmente como un medio adaptativo para fomentar la cooperación
(puesto que los juicios morales que la favorecerían no serían necesariamente religiosos).
Por tanto, resulta más probable que la religión surgiera a partir de funciones cognitivas preexistentes, que en sí mismas evolucionaron a partir de otras funciones, no religiosas.
La cooperación, señalan los científicos, sería por tanto fruto de mecanismos mentales ajenos a la religiosidad, aunque esta última haya ayudado a facilitar y a estabilizar la cooperación
entre los grupos humanos. En otro sentido, la presente investigación ayudaría a entender
la compleja relación entre religión y moralidad: en muchas culturas parece que los conceptos
y creencias religiosas se han convertido en un modelo de conceptualización de los principios morales. Sin embargo, esta relación no es una relación necesaria, por lo que las críticas
a la religión no deberían ser siempre experimentadas como una amenaza fundamental a una existencia moral. Religión en la mente Diversos especialistas en ciencias cognitivas,
como Justin Barret, de la Universidad de Oxford, aseguran que son ciertas propiedades funcionales de nuestros sistemas cognitivos las que nos hacen ser individuos religiosos.
Estos especialistas ve las raíces de la religión en nuestra sofisticada cognición social, que nos lleva a ver señales de “agentes” –mentes similares a las nuestras- que actúan sobre el mundo,
y a interpretar éste como si estuviera hecho con un propósito. Los humanos tenemos, afirman estos científicos, una tremenda capacidad para impregnar, incluso a los objetos inanimados,
de creencias, deseos, emociones y conciencia.
Esta capacidad, según el psicólogo de la Universidad de Yale, Paul Bloom,
estaría en el núcleo de muchas de nuestras creencias religiosas.
fuente:Tendencia21
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