En concreto, si se colocan dos placas metálicas sin carga al lado una de la otra en el vacío, sin razón aparente, se acercan entre sí.
No es que se muevan mucho, pero, las dos placas, con una superficie de un metro cuadrado, colocadas una milésima de milímetro, se atraerán con una fuerza equivalente a poco más de una décima de gramo.
Los físico holandés, Hendrik Casimir, observó por primera vez este minúsculo movimiento en 1948. "El efecto Casimir es una manifestación de la rareza cuántica del mundo microscópico", señala el físico Steve Lamoreaux de la Universidad de Yale.
Esta rareza cuántica tiene que ver con lo que se conoce como el principio de incertidumbre de Heisenberg, que en esencia dice que cuanto más sabemos acerca de las cosas del mundo cuántico, menos sabemos acerca de los demás.
No podemos, por ejemplo, deducir la posición exacta y la velocidad de una partícula al mismo tiempo.
Cuanto más seguro estamos de dónde está una partícula, menos seguros estamos de hacia dónde se dirige.
Una relación de incertidumbre similar existe entre la energía y el tiempo, con una dramática consecuencia.
Si el espacio se encuentra alguna vez realmente vacío, contendría exactamente energía cero en un momento muy preciso del tiempo, algo que el principio de incertidumbre nos impide conocer.
De ello se deduce que no existe algo que pueda llamarse vacío.
Según la teoría cuántica de campo, en el espacio vacío existe una efervescencia de cosas de corta duración que aparecen, miran un poco a su alrededor, deciden que no le gusta y desaparecen de nuevo, todo ello sin violar el principio de incertidumbre.
En su mayor parte, estas cosas son parejas de fotones y sus antipartículas, que rápidamente se aniquilan en una bocanada de energía. Los pequeños campos eléctricos causados por estas partículas pop-up, y su efecto sobre los electrones libres de las placas de metal, podrían explicar el efecto Casimir.
O puede que no. Gracias al principio de incertidumbre, los campos eléctricos asociados con los átomos de las placas metálicas también fluctúan.
Estas variaciones crean diminutas atracciones entre los átomos, llamadas fuerzas de van der Waals. "No podemos atribuir a la fuerza de Casimir únicamente, bien sea al punto cero del vacío o al movimiento del punto cero de los átomos que componen las placas", dice Lamoreaux.
"De cualquier punto de vista es correcto y llega al mismo resultado físico."
Sea cual sea la imagen que adopte, el efecto Casimir es lo suficientemente grande para ser un problema.
En las máquinas a nanoescala, por ejemplo, podría causar que los componentes próximos entre sí permanecieran juntos.
La forma de evitar que esto pasara sería simplemente neutralizar el efecto.
En 1961, los físicos rusos demostraron en la teoría que, la combinación de materiales con diferentes atracciones Casimir crearía escenarios en los que el efecto general sería de repulsión.
La evidencia de esta extraña "flotación cuántica" fue anunciada en enero de 2009 por los físicos de la Universidad de Harvard, que así los establecieron con placas de oro y sílice, separadas por el líquido bromobenceno (Nature, vol 457, p 170).
by.Science
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