viernes, 2 de julio de 2010

No confundamos gordura con hinchazón...

¿Cuál es el caso de corrupción y/o fraude deportivo más grave que ustedes conocen?

No corran, porque se pueden equivocar. Les adelantamos que, a nuestro juicio, el episodio más grave no es el de Flavio Briatore/Nelson Piquet/Renault en el Gran Premio de Singapur del año pasado.

Es muy fácil confundir gordura con hinchazón, como decían en mi pueblo.

Se suele equiparar gravedad con notoriedad, como en caso del dopaje de Ben Johnson en los Juegos Olímpicos de Seúl (1988).

Lo de Johnson, un individuo, corrompido tal vez por su entrenador, no fue más grave que el extendido dopaje en los equipos de ciclismo, desenmascarados en el Tour de Francia y otras pruebas del calendario internacional.

Johnson era culpable, por supuesto, y culpable de un fraude gravísimo, pero la notoriedad de su caso (la percibida "gravedad") también se debió a la ocasión, la final olímpica de la prueba más sexy, a lo que se puede agregar que se trataba de un personaje que llenaba los requisitos del "malvado" (un canadiense/caribeño), tras convertir en víctima a un atleta estadounidense supuestamente intachable, que se quedó con el oro que le retiraron a Johnson.

Del "intachable" Carl Lewis, por supuesto, se dijo luego que habría dado positivo por estimulantes prohibidos en las pruebas de selección para el equipo de su país antes de aquellas Olimpiadas, pero que su caso fue sepultado por las autoridades, primero, y luego desestimado tras una apelación.

La denuncia de un ex funcionario incluye los casos de alrededor de cien atletas de EE.UU cuyos "positivos" fueron tapados. En el ámbito del atletismo se dice que el "problema" de Marion Jones, condenada no hace mucho por dopaje y perjurio, consistió en que su caso se registró después, cuando "la atmósfera" había cambiado.

Sobre los episodios de corrupción en la Fórmula 1, el caso del "accidente" de Nelson Piquet en Singapur es posiblemente el más grave en la historia de la categoría (el más grave descubierto, al menos), más aun que el espionaje de McLaren a Ferrari, que le costó al equipo inglés una multa de cien millones de dólares y aceleró el retiro, en desgracia, de su director, Ron Dennis.

El "accidente" en Singapur pudo terminar en tragedia, y este elemento, la indiferencia ante la seguridad de terceros, introduce una responsabilidad criminal en una dimensión mucho mayor que la de copiar los planos de otro equipo.

Resulta vergonzoso, entonces, que Renault, como empresa, haya escapado con una "sanción" en suspenso, en contraste con los 100 milloncitos que debió pagar McLaren.

En el ambiente se dice que McLaren sólo tenía al automovilismo deportivo, que cualquier otro ámbito no era el suyo, mientras que Renault es una empresa gigantesca, que se puede retirar de la F1 cuando le plazca, dejando a más de cien personas en la calle y a la categoría sin un animador importante.

En esta época de vacas flacas, cuando varias fábricas se han retirado, la FIA no quiso dar a Renault un motivo para levantar campamento.

Y entonces le aplica una sanción ridícula, con el argumento, como dijo el presidente de la FIA, Max Mosley, de que "no tiene responsabilidad moral en el caso".

Esta lenidad acentúa la gravedad del caso, por supuesto. Nos quieren hacer creer que todo se debió a la picardía de un playboy italiano, un personaje capaz de recibir las bofetadas, igual que un canadiense/caribeño tartamudo.

Durante algunos días creímos estar ante el caso más escandaloso en la historia del deporte, no ya de la historia de la Fórmula 1, pero nos han hecho reflexionar.

El fútbol ofrece decenas de casos de corrupción, entre ellos el famoso Calciopoli, en el que un intrigante, Luciano Moggi, entonces el hombre más influyente del fútbol italiano, manipulaba las designaciones y favores de los árbitros italianos en provecho del club Juventus.

La justicia deportiva italiana, que normalmente es ridiculizada por los observadores extranjeros, aplicó severas medidas contra varios clubes, además de Moggi y otros personajes. Después se entibiaron las cosas, pero los italianos por lo menos señalaron a los culpables, de hecho y de derecho.

La FIA nos quiere hacer creer que en el "accidente" de Singapur el responsable virtualmente único es Briatore (en menor medida el director técnico Pat Symonds) y que Nelson Piquet, por denunciar la corrupción de la que fue cómplice, tiene inmunidad y puede correr en la F1 si lo desea.

Pero todavía no hemos dicho cual es el caso más grave de corrupción en la historia del deporte.

No cabe duda, a nuestro juicio, que ese "honor" corresponde al programa secreto, institucionalizado, de dopaje sistemático y forzoso, al que fueron sometidos los atletas de Alemania Oriental durante varios años.

Una de las grandes potencias del deporte en su época, basó su éxito en el engaño y el fraude, en perjuicio no sólo de los rivales sino de sus propios atletas, que en muchos casos no sabían qué estaban tomando de buena fe.

Muchos de ellos desarrollaron condiciones que pusieron en peligro sus vidas, o que directamente aceleraron la muerte.

No se trató de un grupito de personajes corruptos, sino de todo "el sistema", con órdenes "de arriba".

Ante esto, lo de Briatore nos parece una reunión de caridad, un desfile del Ejército de Salvación.

By. Raúl Fain Binda

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