La siguiente afirmación, cuando menos es curiosa:
Andar borracho por la calle es más peligroso para tu vida que conducir un coche con la misma tasa de alcohol.
Un conductor borracho tiene trece veces más probabilidades de causar un accidente que uno sobrio.
En el 30 % de los accidentes fatales de tráfico de Estados Unidos ha tenido involucrado, como mínimo, a un conductor bebido.
Por término medio, un conductor conduce borracho
1 de cada 140 km.
Pero ahora analicemos los datos de los peatones borrachos.
Anualmente, más de 1.000 peatones beodos mueren
en accidentes de tráfico.
Se bajan de las acercas en las calles de las ciudades; se tumban a descansar en carreteras rurales; se lanzan como locos a cruzar autovías muy transitadas.
Comparado con el número de personas que mueren cada año en accidentes de tráfico relacionados con el alcohol (unas 13.000), el número de peatones borrachos muertos es relativamente pequeño.
Pero cuando decides si vas a andar o a conducir, lo que cuesta no es el número total.
La pregunta relevante es esta:
en relación con los kilómetros recorridos,
¿es más peligroso conducir borracho o caminar borracho?
Levitt sostiene que el americano medio camina unos 800 metros al día.
Teniendo en cuenta que ha 237 millones de norteamericanos mayores de 16 años, la gente en edad de conducir camina
unos 69.000 millones de kilómetros.
Suponiendo que 1 de cada 140 de esos kilómetros se hacen borracho (la misma proporción de kilómetros que se conducen bebidos), anualmente se caminan en estado de contaminación
etílica 490 millones de kilómetros.
Haciendo cuentas, se descubre que, kilómetro a kilómetro,
un peatón borracho tiene ocho veces más probabilidades
de morir que un conductor borracho.
¿Pero siempre hay algunos errores o trampas en estos cálculos?
Por ejemplo, ¿acaso sólo importan los kilómetros recorridos o también debería intervenir el tiempo vital empleado?
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