sábado, 16 de octubre de 2010

El interior de la Tierra.

Desde nuestra perspectiva aquí en la tierra, ésta parece completamente sólida.
Sin embargo, la tierra bajo nuestros pies en realidad está en constante movimiento.
Se mueve a través del tiempo y el espacio, por supuesto, junto con los otros objetos del universo, pero también se mueve internamente.



Los cambios hidrológicos, como el bombeo de las aguas subterráneas para su utilización por los humanos, produce que la tierra ondule debajo nuestro.
Los procesos volcánicos deforman nuestro planeta y crean nuevas tierras.
Los deslizamientos cambian y cicatrizan el terreno.
Incluso continentes enteros pueden levantarse, recuperarse del peso de los enormes glaciares que cubrieron la tierra de miles de años atrás.

De hecho, en las capas más externas de esta cebolla azul celeste que es la Tierra, la corteza y el manto superior no son precisamente muy sólidos.

Pero, ¿qué sucede si pelamos las capas y examinamos lo que está pasando en lo profundo de la Tierra, en su mismo centro?

Obviamente, el núcleo de la Tierra es demasiado profundo para
que lo podamos observar directamente.

Pero los científicos pueden utilizar métodos indirectos para deducir
 qué está pasando allá abajo.

Un nuevo estudio publicado en la revista Geophysical Research Letters, por Jean Dickey, de la NASA's Jet Propulsion Laboratory en Pasadena, California, y Olivier deViron del Institut de Physique du Globe de Paris, Universidad Diderot de Paris y el Centre National de la Recherche Scientifique en París, han confirmado las predicciones teóricas previas que esa agitada caldera de metales fundidos que forma el núcleo externo líquido de la Tierra, se mueve lentamente en una serie de muy complejas, pero predecibles, oscilaciones periódicas. Los resultados dan a los científicos una perspectiva única sobre la estructura interna de la Tierra, esa fuerza de los mecanismos responsables que generan el campo magnético de la Tierra y su geología.

Mondando la cebolla

La Tierra tiene varias capas distintas, cada una con sus genuinas propiedades.

En la capa más externa de nuestro planeta está la corteza, que comprende los continentes y las cuencas oceánicas.

La corteza de la Tierra varía en espesor de 35 a 70 kilómetros en los continentes
 y de 5 a 10 kilómetros en las cuencas oceánicas.

La corteza se compone principalmente de aluminio-silicatos.

Luego viene el manto.

 El manto es más o menos sólido, y aunque de muy lento movimiento se puede observar su interior.

Se trata de alrededor de 2.900 kilómetros de espesor, y está dividido en partes superior e inferior.

Aquí es donde se halla la mayor parte del calor interno de la Tierra.

 Las grandes celdas conectivas del manto hacen circular el calor y conducen los movimientos de las placas tectónicas de la Tierra, en el paseo de nuestros continentes.

El manto se compone principalmente de silicatos de ferro-magnesio.

La capa más interna de la Tierra es el centro, separado en un núcleo externo líquido y otro núcleo interno sólido.

El núcleo externo es de unos 2.300 kilómetros de espesor, y está compuesto principalmente de una aleación de níquel-hierro
 (hierro líquido); mientras que el núcleo interno tiene una espesura
 de 1.200 kilómetros, compuesto casi enteramente de un cuerpo de puro hierro sólido.

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