En 1927, en Oslo, se recibía una emisión de radio de la estación PCJJ
de Eindhoven, en Holanda.
Tres segundos más tarde llegó un eco de esa misma emisión.
Tan largo retardo llamó la atención del científico holandés Van der Pol que intentó repetir experimentalmente el suceso.
Tras varios intentos, el 11 de octubre de 1928 lo consiguió.
Un telegrama de su colega noruego Stormer, que había recibido claramente una serie de ecos esa tarde, le puso en sobre aviso:
“Decidí enviar esa misma noche una serie de señales de prueba consistentes en 3 puntos de Morse en rápida sucesión cada 30 segundos entre las 20 y 21 hora local”.
En total se enviaron desde Eindhoven 120 señales.
Van der Pol recibió 13 ecos, retrasados de sus respectivas señales entre 3 y 15 segundos.
Algo parecido sucedió el 7 de julio de 1974 cuando H. L. Rasmussen estudiaba la reflexión de las ondas de radio en la superficie de la Luna.
La metodología era bien sencilla: enviar una serie de señales hacia nuestro satélite y esperar 2,6 segundos a recibirlas reflejadas.
“De pronto apareció una segunda señal retrasada unos 2 segundos.
Tenía las mismas características que la reflejada, solo que era más débil”.
La señal fantasma apareció en diferentes ocasiones ese día, pocos segundos después de recibir la reflejada por la Luna.
Rasmussen postuló en la revista Nature que podía tratarse de una segunda reflexión en un chorro de plasma solar.
No obstante este fenómeno, llamado ecos de radio de largo retardo, sigue siendo un misterio.
Parafraseando la famosa frase de la serie de televisión Expediente X,
la verdad está ahí arriba pero los extraños fenómenos que suceden
en la atmósfera desafían nuestro poder explicativo.
Y no porque tengan un origen sobrenatural o extraterrestre; simplemente porque son lo suficientemente raros como para no poder ser estudiados con detalle.
(by.Muy Interesante)
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