Cuadrados rojos, verdes, saltones, hiperquineticos, suaves, sucios,
todo dentro de cuadritos dibujándole un presente como en cajas que apilándose
se acercan y alejan, con identidades diferentes,
algunos tirados por ahí, otros volando o incrustandose de repente en los ojos.
Y cuando todas las respuestas parecían coincidir
y las etiquetas finalmente ocupaban el lugar indicado anunciando la calma,
apareció sin mayores explicaciones en el desayuno un circulo tímido y arrogante,
un triangulo grito en el subte escapándose de algo desconocido entre gritos desaforados y una línea curva lo insulto en la puerta de un círculo.
El compás lo supo antes que él,
la birome trato de advertirle y aunque el lápiz negro lo negara,
aquellos cuadrados tendrían que aprender a convivir
en armonía a partir de ahora,
llenos de incertidumbres e inesperados vuelcos,
sobre aquel inocente rayado en el espacio de su mente.
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