El cantante Bono con su línea de moda verde-ecológica-carísima;
Al Gore asustando al personal con un discurso en la línea más dura
de Ronald Emerich y su día de mañana (o 2012 por ser más moderno); figuras del arte, el cine y la política norteamericana defendiendo
el medio ambiente y millones de cuidadanos que no han visto
un terruño de tierra en su super-guai-ecológica vida comprando productos “orgánicos” bajo el símbolo de lo “in”.
Eso sí, productos “naturales” vendidos por trabajadores ilegales,
que el medio ambiente nada tiene que ver con los seres humanos.
Esto es lo que destila la todopoderosa industria de lo verde en el país del marketing.
Lo cierto es que me tocan las narices todos esos mercachifles
de lo verde estilo Gore, Bono, DiCaprio y demás fauna y flora
que ponen su voz y su careto defendiendo la pureza de una peculiar naturaleza, que no es otra cosa que el continuado impacto de la poco natural agricultura durante 8.000 años.
Porque díganme en qué se parece la América de los primeros americanos en 10.000 a. C. a la del John Wayne de finales del siglo XIX.
Sembremos los oídos de la clase media con ideas verdinaturales
y conduzcamos nuestros hijos a una orgánica cena en el restaurante de moda.
Eso sí, servida por camareros ilegales a los cuales su misericorde
jefe no les concede ni un día de la semana libre
y para quienes las vacaciones son algo que se toman los europeos.
“Hace tres años que trabajo todas las semanas todos los días”,
me comentó uno en Nueva York.
“Si pido vacaciones, el boss me dice:
tómatelas, pero no vuelvas”.
Un año de ilegal les daba yo a Bono, Al Gore y al nobelistaObama.
Por cierto, y siguiendo la estela del superpresi del mundo,
este año me voy a postular al Nobel de Física
porque tengo la intención de resolver el problema de la teoría
de cuerdas.
Parece que la táctica funciona.
Anda y que les pique un pingüino.
vía: La ciencia de tu vida
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