miércoles, 2 de marzo de 2011

El origen evolutivo de la depresión: a veces es bueno renunciar a los sueños.


La depresión clínica es una enfermedad grave, pero casi todo
 el mundo se deprime levemente de vez en cuando. 

Randolph Nesse, un psicólogo e investigador en medicina evolutiva
 de la Universidad de Michigan, compara la relación entre la depresión leve y la clínica con la que existe entre el dolor normal y el crónico.

 Desde su punto de vista tanto el dolor como el estado de ánimo bajo son mecanismos de alarma y piensa que, de la misma manera que comprender el dolor crónico implica conocer primero el dolor normal, comprender la depresión clínica significa comprender primero
 la depresión leve.

La hipótesis de Nesse es que, análogamente al dolor que te impide hacer actividades físicas que te dañan, el estado de ánimo bajo hace que dejes de hacer actividades mentales dañinas, particularmente, perseguir metas inalcanzables. 

Perseguir estas metas es un gasto de energía y recursos.

 Por lo tanto, según Nesse, es probable que exista un mecanismo, consecuencia de la evolución de la especie, que identifique determinadas metas como inalcanzables e inhiba su persecución.

 El estado de ánimo bajo sería al menos parte de ese mecanismo.

Es una hipótesis ingeniosa pero, ¿es cierta? 
Un estudio publicado en el número de este mes de Journal of Personality and Social Psychology [1]sugiere que puede que lo sea. Carsten Wrosch de la Universidad Concordia (Canadá) y Gregory Miller de la Universidad de British Columbia (Canadá) estudiaron la depresión en chicas adolescentes.

 Midieron las “capacidades de ajuste de metas” de 97 chicas 
de entre 15 y 19 años durante 19 meses.

 Se las sometió a cuestionarios acerca de su capacidad
 de desengancharse de metas inalcanzables y reengancharse
 con otras nuevas.

 También se investigaron varios síntomas asociados con la depresión, 
y se siguió su evolución durante el periodo investigado.

La conclusión fue que las que habían experimentado síntomas leves de depresión podían, de hecho, desengancharse más fácilmente de las metas inalcanzables. 
Esto apoya la hipótesis de Nesse.

 Pero el estudio también encontró un corolario digno de destacarse: 
aquellas mujeres que podían desengancharse de lo no conseguible
 era menos probable que sufrieran depresiones graves en el largo plazo.

Los síntomas leves de depresión pueden verse por lo tanto como 
una parte natural de la gestión del fracaso en los adultos jóvenes. 

Aparecen cuando se identifica una meta como inalcanzable y llevan a una bajada de la motivación.

 En este período de baja motivación se ahorra energía y se pueden encontrar nuevas metas. Sin embargo, si este mecanismo no funciona adecuadamente la depresión clínica puede ser la consecuencia.
La importancia de abandonar las metas inapropiadas ya había sido demostrada por Wrosch y Miller. 

Hace dos años publicaron un estudio [2] en el que mostraban que los adolescentes que eran buenos a la hora de decidir abandonar una meta tenían una concentración menor de la proteína C-reactiva, una sustancia que se genera en respuesta a las inflamaciones y que está asociada a un alto riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares.

 Los investigadores por ello concluyen que es más saludable abandonar las metas demasiado ambiciosas, esas que a veces llamamos sueños. 

La perseverancia, aunque necesaria para el éxito y considerada una virtud por muchos, también puede tener su impacto negativo 
en la salud.

Referencias:
[1]
Wrosch, Carsten, & Miller, Gregory E. (2009). Depressive symptoms can be useful: Self-regulatory and emotional benefits of dysphoric mood in adolescence. Journal of Personality and Social Psychology, 96 (6), 1181-1190

[2]

Miller, Gregory E., & Wrosch, Carsten (2007). You've Gotta Know When to Fold 'Em: Goal Disengagement and Systemic Inflammation in Adolescence Psychological Science, 18 (9)

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