El mayor defensor de esta solución a la paradoja
de Fermi es Michael Hart.
Para apreciar debidamente su argumento debemos entender
el concepto de horizonte de partículas.
La forma más sencilla de explicarlo consiste en suponer
que el universo es estático.
Obviamente, sabemos que esto no es cierto,
nuestro universo se expande continuamente generando más
y más espacio, pero de todas formas esta expansión no invalida
el razonamiento de Hart.
Imaginemos, entonces, un universo infinito y en el que se distribuyen uniformemente las galaxias, tal y como más o menos observamos actualmente, algo menos de 14.000 millones de años después
del Big Bang.
Sorprendentemente, el cielo no aparece cegadoramente
inundado de luz procedente de las infinitas galaxias
(recordad la paradoja de Olbers).
La clave reside en el carácter finito de la velocidad de la luz,
así que ninguna señal ni influencia nos puede haber alcanzado
desde regiones más allá de unos 14.000 millones de años luz.
Esta distancia marca el horizonte de partículas y constituy
e el tamaño efectivo del universo observable.
Nada que se encuentre más allá del horizonte
ha tenido tiempo de alcanzar al observador.
Hart razona de la siguiente manera:
en primer lugar, supongamos que el universo es infinito.
Como su comienzo tuvo lugar hace unos 14.000 millones de años,
el tamaño del universo observable viene dado por la distancia
al horizonte de partículas.
En segundo lugar, supongamos que la biogénesis
(el desarrollo de la vida a partir de moléculas inorgánicas)
es extremadamente rara (muchos biólogos opinan lo contrario,
aunque nuestro conocimiento del tema no resulta demasiado profundo).
Se sigue, en consecuencia, que en un universo infinito habrá
un número igualmente infinito de planetas con vida,
pero en cuyos horizontes de partículas respectivos sólo existe
un único planeta con vida.
Tal y como señala Hart,
su idea puede falsarse fácilmente.
Por ejemplo, los extraterrestres podría visitar la Tierra;
o SETI podría tener éxito y detectar señales; o los astrobiólogos
podrían demostrar que la vida surgió de forma espontánea en Marte, independientemente de la Tierra.
Sin embargo, en ausencia de las evidencias anteriores,
Hart argumenta que la paradoja de Fermi conduce
a una escalofriante conclusión:
somos la única civilización dentro de nuestro propio horizonte
de partículas.
Aunque el universo contenga un número infinito
de civilizaciones avanzadas, a todos los efectos, estamos solos...
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