“Es posible contar con el espacio infinito.
Es posible sentir la realidad de la calle
donde la vida es acción, velocidad.
Pero existe un punto en el silencio, estático, inmóvil,
que cuenta en el tiempo.
Es el ser.
Él está más allá de la realidad y la vida.
Es la soledad frente a la incógnita”
Tiempo y realidad física.
Desafío mutuo.
La pureza del ser en su vaciedad se ve alterada cuando el medio quiere estar al servicio del hombre.
¿Quiere estar o pretende dominarlo?
A base de ocupar intensa y agitadamente el medio exterior el hombre se convierte también en agente exterior.
Riesgo de la pérdida de su referencia innata.
Entrega de una esencia puesta a disposición de la inclemencia exigente del entorno.
Planteamiento dudoso:
el hombre genera realidades físicas para garantizar seguridades
y potencias.
Lo que parece en principio razonable y necesario se convierte
en una espiral insensata.
La tiranía del medio, exultante de objetos, capaz de reconvertir cada comportamiento, acto y relación en cosa, pellizca al hombre hasta desproveerlo de su sentido.
El sentido o es el ser o es la nada.
Tan alienante es la acumulación de objetos que limitan
y describen al hombre como la nada, su abandono, el olvido del ser.
Pero el ser no muere aunque el hombre no tenga conciencia
del mismo.
El ser se agazapa en la espera silente.
La forma más perfecta de la soledad y de la incógnita.
Tiene que elegir entre ambas.
O tratar de armonizarlas en el hábitat personal, profundo.
Sin que la cosificación nuble el objetivo.
Respirar la vida no es suficiente.
Hay que palpar permanentemente el aire de la conciencia.
Preguntar cada día a la esfinge y desmontar sus trucos.
Puede que una incógnita nos conduzca a otra.
Será válido.
El conocimiento no tiene fin.
Lo habita el ser, siempre en territorios ignotos.
Más allá de la apariencia inmediata.
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