Estimado Sr. Reparador
Me imagino que Ud. debe ser un señor con mucho trabajo.
Me imagino que Ud. debe ser un señor con mucho trabajo.
Aun más que Santa Claus, porque el Sr. del Jo Jo Jo trabaja un solo día y luego me parece verlo panza arriba en una playa del Caribe.
En cambio Ud. debe trocar lo imposible en oro todos los días del año.
Supongo también que debe ser Ud. un hombre que recibe mucha correspondencia solicitando sus servicios, quejándose por sueños que han sido mal reparados o porque no pasó por la casa de alguien que lo estuvo esperando.
Yo no me quejo.
Yo no me quejo.
He tenido sueños hermosos y muchos se cumplieron.
Y Ud. pasó más de una vez por mi casa, reparando, corrigiendo, administrando mis sueños.
Y he sido un soñador feliz:
todo lo he soñado, mucho se cumplió.
Pero hoy me encuentro con que si Ud. pasara por casa, no tendría ningún sueño para acercarle hasta mi puerta para que me lo repare.
¿Será que el paso de los años no consiste tanto en perder el cabello o la vista sino en que uno ya no sueña?
Porque eso es lo que justamente me sucede.
Ya no sueño nada.
Y mire que yo he soñado mucho, Don Reparador.
He soñado intensamente las cosas que deseé.
Incluso he soñado cosas que no deseaba tanto, de puro curioso.
He tenido cosas que ni siquiera me atreví a soñar,
pues siendo tan frágiles temía que se rompieran de sólo desearlas.
Que era feliz, rodeado de los míos.
Pero, o yo no soñé con suficiente fuerza, o Ud. debe haber estado muy ocupado reparando sueños ajenos.
Porque no pasó más por casa.
Lo entiendo perfectamente, los sueños materiales son muy difíciles de reparar porque, casi casi, no son sueños sino ambiciones.
Y le deben ocupar mucho tiempo.
El asunto es que –le decía- muchos de mis sueños se hicieron realidad pero, como agua entre las manos, se me escurrieron antes de que Ud. viniera otra vez a repararlos.
Pero si no me equivoco, todos tenemos una cantidad de sueños preasignada por quien a Ud. lo emplea.
O al menos eso me gusta pensar.
Y aquí llegamos al punto central de esta carta.
Lo que quiero saber, Señor Reparador, es si los sueños que me quedan disponibles y sé que no soñaré puedo traspasárselos a una personita feliz que es muy de mi consideración y estima.
Porque, ¿sabe qué pasa Don Reparador?
Son tiempos muy difíciles, y quisiera que esté bien pertrechada de sueños.
Al fin de cuentas, son tan alimenticios como el pan y como el agua.
Y Ud. sabe mejor que nadie que no se puede vivir sin ellos.
Esperando su respuesta favorable, me despido con un saludo cordial, deseándole que se le cumplan todos, pero todos, sus sueños.
Esperando su respuesta favorable, me despido con un saludo cordial, deseándole que se le cumplan todos, pero todos, sus sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario