Los colores del río le inundaron la cabeza
y los ojos se le llenaron de barcos a vela.
Entonces lloró como un pez.
Había llegado el momento.
El mandarín de porcelana azul le dio un abrazo.
Sacó sus perlas y las sumergió en agua hirviendo.
Fiesta.
Ella se cubrió la cara con una mantilla y entró a la iglesia con la frente en alto.
Se arrodilló a sus pies.
Un remolino de gatos giró alrededor de su cabeza.
La desatornilló y la apoyó sobre el reclinatorio.
El cáliz iluminó sus labios sellados con almíbar hirviente.
Él también bebió, deleitándose con las llagas que le latían en el paladar.
El almíbar le quemó la lengua, le arrancó la piel.
La sed le desgarró las entrañas.
Lo encontraron con la boca abierta y se la cerraron de un portazo.
Esquirlas en el altar
amatistas de terciopelo
sudor índigo
sangre ultravioleta
Siempre es así,
Esquirlas en el altar
amatistas de terciopelo
sudor índigo
sangre ultravioleta
Siempre es así,
los árboles atrapan moscas cuando tienen hambre.
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