viernes, 29 de julio de 2011

Paleta de sentimientos...



Tiempo atrás, nació un pintor como ningún otro. 

Poseía una extraña afición que lo diferenciaba de los demás pintores: coloreaba sentimientos.

A lo largo de su crecimiento, se dedicó a la observación de todo cuanto
 le rodeaba y pudo comprobar que el mundo en el que había nacido,
 era monocromo. 

No únicamente carecía de color, tampoco había en él vitalidad.

 Cansado de tanta monotonía se encerró en su despacho y elaboró,
 tras largos días sin descanso, una pequeña paleta con tres únicos colores:

 AmarilloCián y Magenta, los tres colores primarios.

 Colores de la Felicidad, Sabiduría y bondad, respectivamente.

Nada más salir a la calle untó su pincel de color amarillo y pintó, en lo alto del cielo, un sol inmenso del color de la felicidad. 

Así, cuando ésta escasease en la tierra, los infelices podrían encontrarla con tan solo levantar la mirada.

 A pesar de parecernos lejana e inalcanzable sus rayos siempre nos iluminarían el camino en la oscuridad más absoluta y nos darían abrigo en las más frías tardes de invierno.

Pintó inmensos mares de azul cián, azul sabiduría, para que el saber siempre limpiase nuestros errores en cuanto nos sumergiéramos en sus aguas.

 Pinceló a nuestros pies la tierra usando en este caso el marrón, color de la estabilidad. 

De la estabilidad de la tierra conreada en la que nos sosteníamos brotaron campos sembrados con verde armonía.

Mezclando en su paleta el pigmento de la felicidad con el de la entrega y bondad, obtuvo el pigmento rojo, color del deseo y la pasión.

 De este color pintó aquellos corazones incoloros que se cruzaron en su camino para que pudieran bombear, por vez primera, sentimientos de deseo.

A partir del pigmento negro coloreó a las hermanas soledad y tristeza.

 De esta manera, soledad y tristeza, que siempre paseaban tomadas de la mano, tan solo podrían hacer acto de presencia cuando la felicidad que nos iluminaba se apagase.

De gris perla pintó la melancolía. 
Este pigmento, con el paso del tiempo, teñiría el cabello del anciano plasmando así, la añoranza que se iba acumulando en su interior día a día.

Nuestro pintor trabajó sin descanso día y noche. 
No se detuvo ni un instante hasta asegurarse de haberle dado color al último y más escondido recoveco existente en la faz de la tierra.
Este pintor, con escasas gotas de felicidad, bondad y sabiduría fue capaz de regalarle color a la monocromía.
unmundodetinta 

No hay comentarios: