sábado, 24 de septiembre de 2011

entre el SER y el no SER



"El hombre se halla en algún lugar entre el ser y el no-ser,
 entre dos ficciones."


Al menos el hombre se siente en un espacio. 
Si se desprovee de las apariencias ese espacio es el vacío.
Es el actor protagonista de un mero ejercicio dinámico. 

Como en la sogatira, el hombre es ese punto de máxima tirantez que las dos fuerzas opuestas llevan a la máxima tensión. 

Puede adornarse para determinar su visibilidad, pero no puede evitar lo profundo: esa tensión que le atrae o le  repele hacia uno de los dos extremos. 

No hay un punto fijo ni estable.

Como mucho hay una referencia, y nunca absolutamente clara. 

El hombre se debate con el vacío de manera constante. 

Es sorprendente que precisamente lo que ocupe el vacío del hombre sea la ficción.

 Cuando cree ser edifica un mundo de significados y significantes 
a los que les otorga incluso carácter sagrado. 

Se refugia en ellos y lucha por ellos. 

Una realidad cargada de respuestas irreales, aunque posibles,
 que le permitan sobrevivir. 

Cuando duda y no se encuentra satisfecho con esa zona de la soga
 se abandona a la conciencia del vacío. 

Sufre porque sabe que todo es posible pero nada se garantiza 
que sea realizable. 

A veces, para conjurar tal conciencia se entrega
 o al mundo onírico o al mundo sublimado de la imaginación.

 El punto de máxima presión se reconoce así durante
 todo el tiempo que dure el juego.

 Soportando alineamientos en un sentido u otro. 

El punto de presión puede ser también un punto de ignición,
 donde prende el riesgo de la supervivencia. 

Y llegado el momento el hombre se encarna en el punto de rotura.

 No soporta más las ficciones de las dos máscaras de la existencia.

 Es cuando bajo el vacío que ha sorteado durante su temporalidad
 se convierte en la nada.

Fin del juego. 

Ni vencedores ni vencidos.

 O sí, acaso la ficción.


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