Cada cierto tiempo caen satélites a la Tierra.
Si no podemos elevar de forma regular la órbita de una nave espacial situada en órbita baja, el rozamiento con las capas altas de la atmósfera convierte
en inevitable este desenlace.
Y, claro está, la reentrada de un satélite siempre es una noticia
que atrae la atención de todos medios por motivos obvios.
Desde hace una semana, el satélite UARS (Upper Atmosphere Research Satellite) ha protagonizado el episodio de "histeria satelital" más importante desde la destrucción de la Mir.
Desde hace una semana, el satélite UARS (Upper Atmosphere Research Satellite) ha protagonizado el episodio de "histeria satelital" más importante desde la destrucción de la Mir.
El UARS fue lanzado el 12 de septiembre de 1991 en la bodega del transbordador Discovery durante la misión STS-48 con el objetivo de estudiar la capa de ozono desde una órbita de 580 kilómetros de altura.
Una vez cumplida su misión, fue desactivado el 15 de diciembre de 2005 después de encender sus motores para bajar su órbita y acelerar así el proceso de reentrada.
De no haber llevado a cabo esta maniobra, el UARS podría haber permanecido otros diez o veinte años en el espacio.
Cuanta más elevada sea la órbita, más tiempo tardará en reentrar el satélite. Y es que por debajo de los 500 kilómetros de altura los satélites duran unos pocos años sin maniobras de asistencia, pero si están a 800 kilómetros la vida media aumenta hasta varias décadas.
Por encima de 1000 kilómetros,
un satélite puede permanecer varios siglos en el espacio.
Evolución de la órbita del UARS (NASA).
El 7 de septiembre la NASA anunció al público que la reentrada incontrolada del UARS tendría lugar en las próximas semanas.
Sólo era cuestión de tiempo que el satélite reentrase en la atmósfera,
pero a diferencia de otros objetos, UARS era un satélite relativamente grande, con una masa de 5668 kg.
El problema no es que el UARS se desintegrase en la atmósfera,
sino que se trataba de una reentrada no controlada.
Y al estar situado en una órbita de 57º de inclinación,
podía caer casi en cualquier lugar del planeta.
La probabilidades de que causase algún daño material o personal eran prácticamente nulas, pero eso no impidió que los medios de comunicación de todo el mundo se hicieran eco del peligro.
Por fin, el pasado 23 de septiembre el satélite se desintegró en la atmósfera sobre algún lugar del Océano Pacífico entre las 03:23 y las 05:09 UTC.
Se cree que algunas piezas (hasta 26) sobrevivieron a las enormes temperaturas y se precipitaron a la superficie con una velocidad terminal
de 150-400 km/h.
Satélite UARS (NASA).
Muchos han criticado a la NASA por la falta
de precisión en los datos de la reentrada.
¿Cómo es posible que una agencia capaz de lanzar una sonda a Plutón
no pueda predecir el lugar de caída de un simple satélite?
Pero lo cierto es que determinar el momento y lugar exactos no es nada fácil, para quienes tienen que pensar a cuánto está el kilo de tomate hoy, o cosas de la vida diaria.
Pero para una dote de científicos en la NASA... uhmmmm!!!
A favor de ellos se puede exponer que:
En el espacio interplanetario reina el vacío,
pero no así en la órbita terrestre baja.
La impredecible actividad solar ocasiona la expansión o contracción
de las capas altas de la atmósfera, lo que a su vez influye
en el rozamiento de los satélites.
La forma, giro, velocidad y situación de los ejes de rotación del satélite también participan en este proceso, imposibilitando crear
un modelo preciso del fenómeno.
Además, la determinación exacta de las efemérides orbitales -fundamentales para predecir el lugar de la caída- no depende de la NASA,
Además, la determinación exacta de las efemérides orbitales -fundamentales para predecir el lugar de la caída- no depende de la NASA,
sino de los militares.
(Sí pero cualquier físico con curiosidad puede calcularlo, claro con las variables que maneja la NASA)
Esta tarea recae principalmente en los radares del Joint Functional Component Command for Space (USSTRATCOM), del Departamento de Defensa de los EEUU, pero nadie sabe -ni siquiera la NASA- cuántos radares se usan para la determinación de la órbita ni la precisión de las observaciones.
Por otro lado, la órbita final del UARS era tan baja que impedía la detección por parte de muchos de estos radares, destinados al seguimiento de misiles balísticos con trayectorias de mayor altura.
Por otro lado, la órbita final del UARS era tan baja que impedía la detección por parte de muchos de estos radares, destinados al seguimiento de misiles balísticos con trayectorias de mayor altura.
Se rumorea que los satélites de alerta temprana DSPobservaron el lugar de la reentrada del UARS, pero el Departamento de Defensa dejó de hacer públicos los datos de estos satélites militares por motivos de seguridad nacional.
Es decir, a estas alturas está claro que los militares saben en qué lugar se precipitó el satélite, así que la pregunta es si harán pública esta información o no.
En todo caso, hay que tener en cuenta que aunque la NASA lleva años intentando introducir protocolos para reducir las probabilidades de caída
En todo caso, hay que tener en cuenta que aunque la NASA lleva años intentando introducir protocolos para reducir las probabilidades de caída
de objetos orbitales en zonas habitadas, la reentrada descontrolada
de satélites es un hecho relativamente frecuente.
Esperemos que el próximo UARS no sea objeto de tanta preocupación.
Y que no se nos caiga sobre nuestras cabezas....
Órbita final del UARS y posible lugar de la reentrada (círculo verde) (NASA).
Todo lo que rodea a la Tierra,
en algún momento caerá...
Agudada....dadaguda....gugugubababu
traducción:
como decía Olmedo...
De acá... me saco el casco.
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