jueves, 1 de septiembre de 2011

Un cuento para las 23:30hs...




Al llegar de un viaje largo y cansador, lo único que quería era llegar a mi mansión y descansar en mi alcoba, tomando una copa 
y leyendo algún buen libro.

 En mi biblioteca ya no quedaba ninguno que no haya leído, entonces le pido al chófer que se desvié para ir a una librería y poder comprar alguno. 

 Al entrar me llevo la sorpresa de que desbordaba de gente, era imposible poder elegir un libro, en ese momento diviso una góndola solitaria, sedienta de lectores, escondida al final del rubro asesinatos.

 ¿Por qué no había nadie?

Me acerco y encuentro la respuesta, era simple y contundente, un solo libro, una sola historia, contada en no más de 30 páginas, y entendí así el desinterés en él.

 Lo levanto, se titulaba el veneno, nunca había leído un asesinato donde el veneno fuese el causante de una muerte. 

Algo me decía que lo compré, pero no estaba seguro, y al mirar de nuevo toda esa multitud de gente, no dudé ni un minuto y me apropié de él.

  Afuera seguía nublado, con un cielo sensible que de apoco derramaba sus lágrimas sin consuelo.

 En el camino observo la portada del cuento donde este carecía de autor, me parecía raro 

¿Quién escribió esto? 

¿Cómo un cuento por más corto que sea no tiene autor?
 No entendía nada. 

 Después de un largo y pensativo camino hacia mi casa, llegamos,
 se encontraba igual que siempre, solitaria y desconcertante, donde las únicas voces que se oían era la de la servidumbre.

 Subo a mi alcoba para descansar un poco, me sentía exhausto,
 llamo a mi mucama y le pido una copa de vino,
 ella tardaba mucho y me estaba enfadando, yo soy muy estricto en esas cosas pero esta vez debía ser tolerante, ya que la había contratado hace una semana y no podía pedirle más.

  Ya tenía todo lo necesario y comienzo la lectura:
 El patrón se había ido una semana de viaje,
tenía todo el tiempo del mundo para mi plan. 

En esos días me hice amiga de todos en esa casa para no levantar sospechas. Sabía que el era mi última víctima, y no podía fallar. 

 Estuve pensando, y no sabía que hacer, busqué mil formas pero ninguna
 me conformaba. 

 Con preguntas sospechosas, analicé minuciosamente su comportamiento para que nada fallara, para encontrar el momento justo y la manera adecuada para lograr mi objetivo que era matarlo y envenenarlo.

 El nunca se imaginaría que iba a perder su vida con algo tan simple y vicioso. Yo esperaba su llegada, ansiosa y desesperada.

 Cuando llega a su mansión, sabía que venía cansado y que subiría a su habitación a descansar y que en ese momento me llamaría, no podía fallar, todo debía ser perfecto…

 De repente mi lectura se vio interrumpida por un llamado. 

Era Eugenio que me pedía un favor, no podía defraudarlo. 

Nunca me pasó de comenzar un cuento corto sin finalizarlo pero 
aún así cierro el libro dejando el final para más tarde.

Al terminar mi copa de vino para poder irme me empecé a sentir raro, 
todo se distorsionaba, me siento en mi sillón sin entender que me pasaba.

 Y al mirar esa copa cuyo contenido ya no estaba,
 me di cuenta de todo y desafortunadamente entendí 
que estaba en presencia del final del cuento.

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