Sobre la Tierra de las primeras edades, reinaba el sol,
desde hace mil millones de años.
Por donde podemos ver, sólo se distingue un inmenso desierto de lava en fusión, que vomita incansablemente grandes figuras de vapor
y gases, de varios kilómetros de altura.
Poco a poco, esos nubarrones oscuros se acumularon para formar
la primera atmósfera de la Tierra.
Gas carbónico, amoníaco, óxido de carbono, nitrógeno e hidrógeno, esta mezcla, opaca y mortal, aplastaba a esa inmensidad aún vacía.
Luego de millones de años, la temperatura lentamente
fue disminuyendo, la lava, ahora forma una pasta tibia,
pero sobre la cual se podía pisar.
El primer continente acaba de nacer.
Las inmensas nubes que giraban en el cielo, se condensan,
y forman la primera lluvia de mundo.
El agua se deposita sobre aquellas depresiones
y forma los océanos primitivos.
La Tierra, el Cielo, las Aguas, ya estaban allí, pero vacías aún. Las moléculas primitivas eran agitadas constantemente por las poderosas
tormentas reinantes y las radiaciones ultravioletas del Sol.
En esta etapa, aparece, en lo profundo del corazón del Caos,
alguna molécula que al juntarse con otras dan forma a una estructura estable, reflejo de un orden, nacido en el propio Caos:
los primitivos ladrillos de la materia viva, los Aminoácidos.
Hoy, somos, componentes, cada uno de nosotros de aquellos antiguos descendientes del primer habitante de la Tierra.
De esta forma, una prolongada y misteriosa complejidad:
la primera célula nace, de esta forma:
la historia de la conciencia podrá comenzar.
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