Éramos nosotros,
todavía inocentes, ni enterados que íbamos camino a la extinción.
Corríamos detrás del carro de la leche y las tortas negras,
azúcar y grasa del tamaño de una pizza chica.
Las arduas negociaciones para conseguir los largos
antes que los pelos incipientes de las piernas.
Apenas me doy vuelta y ya no hay rastros del tucumano Horacio,
ni Miguel el hijo del carnicero, ni ella... Liliana.
Donde estaba mi casa hay un edificio de seis pisos y la calle polvorienta se ha convertido en duro asfalto.
Parece ayer que perdí mi bicicleta atropellado por el tranvía.
Solo que yo no supe que algo estaba terminando
hasta mucho después que pasó.
Esta especie que se adueñó del planeta no se parece a nosotros
.
¿Seguro que no hubo una invasión alienígena?
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