viernes, 18 de noviembre de 2011

Lo difícil es conciliar... el equilibrio.



Lo difícil es conciliar... el equilibrio. 

Conocer el innegable valor que tiene cada vida, 

mi vida, pero no envanecerme, 

ni creerme diferente.

Suena ingenuo, ¿verdad?: diferente. 

Por lo general, nos consideramos mejores, en el fondo.

 Lo que no es más que ignorancia, la misma ignorancia que nos salva 

y nos condena.

Suena ingenuo, ¿verdad?: mejores.

 Cuando demasiado a menudo lo que pensamos es que somos superiores.

 Y eso solo es una condena.

Lo difícil es comprender que hemos venido a hacer algo, hacerlo, 

y no tomarse demasiado en serio. 

Ni creer demasiado en la férrea existencia de este yo que a veces cree

 en su superioridad, en que es mejor.

 Ese yo que, solo por eso, se revela ignorante. 

Ese yo que, por lo tanto, nos engaña.

Pero, si no confiamos en nosotros mismos, ¿en quién confiaremos?

 ¿Cuándo llegaremos a casa? ¿Quién nos hará sentir seguros?

Confiar en el constante cambio.

Únicos, que no diferentes.

Sacar pleno partido a nuestra caja de herramientas...


Demasiado para una tarde de viernes de noviembre.

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