martes, 27 de diciembre de 2011

Arquímides y el efecto Huevo duro.


Dame un punto de apoyo y moveré el mundo 
(Arquímedes)


Pinché el tenedor en el huevo duro, y cuando hice palanca,
 la Tierra comenzó a girar tan rápido que casi me caigo al suelo.

 Pasamos del día a la noche en ciento veinte minutos,
 de modo que en veinticuatro horas amaneció y se hizo de noche doce veces.

 Nos movíamos como si estuviésemos en una película de DVD 
y alguien hubiera accionado la velocidad rápida.

 Lo que antes hacíamos en ocho horas, ahora éramos capaces de realizarlo en cuarenta minutos, con movimientos relámpago y voces aflautadas.

 Durante una cena clavé el tenedor en el pan y el planeta frenó en seco.

 Todo quedó congelado a mi alrededor, en modo “pausa”.

 Saqué el tenedor de la baguette y, como si fuera un bate de béisbol, 
golpeé una cebolla que flotaba en el aire a la altura de mis rodillas,
 momento en el que el globo terráqueo comenzó a rotar al revés 
muy, muy despacio. 

El sol nacía por el oeste y se ponía por este lentamente. 

Días y noches de ciento sesenta y ocho horas, 
lo que antes equivalía a una semana. 

Nuestros movimientos eran pesados, a cámara lenta, 
y nuestras voces graves, como relentadas. 

Tardábamos en acabar una frase casi una hora.
 Poco a poco, la Tierra fue tomando de nuevo velocidad. 

En cuatro meses, los días volvieron a tener veinticuatro horas
 y regresamos al punto de inicio.

  Yo miré un huevo duro, agarré el tenedor y le rompí la cáscara

Cosas de la Física.

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