jueves, 1 de diciembre de 2011

Eire...


Eire era una abstracción.
 Era un estado ideal en el que estar, una condición 
tranquila en la que subsistir. 
Eire era una hija futura, una idea sin concebir, un plan perfecto. 
Durante años, Eire estuvo ahí, esperando su materialización, esperando su expresión física, en forma de hijo, de hija, de canción, de árbol, de novela.
 Y un día Eire decidió salir del huevo, hacerse pública.
Ese día Eire se formó a si misma.
 Cobró entidad, del suspenso de un pensamiento, de un potencial, pasó a ser una idea consistente. 
Una idea que superó el umbral de la posibilidad y se concretó en algo que estaba entrelazado con la voluntad.
Eire se empezó a expresar, al principio sin mucha forma.
 Pero poco a poco fue ganando confianza, voluntad, sentimiento de ser.
 Y se empezó a apropiar del huesped. 
Empezó a tomar consciencia de sí misma, dejó de ser algo en lo que caer, algo que entrara en el darse cuenta, para ser el darse cuenta, para ser el constatar que las ideas nos determinan, nos condicionan, nos atrapan, y, sobre todo, nos hacen infelices.
Eire comenzó a darse cuenta, a aceptar lo que venía sin queja, a darse cuenta de que no somos el personaje que empezamos a construir cuando teníamos 3 ó 4 años. 
Eire tomó consciencia del regente, del personaje que había tomado al asalto nuestro ser. 
Eire empezó a ser libre. A dejar de mentirse. 
Aprendió a ser dura consigo misma, a dejar de justificarse por las posturas condicionadas que adoptaba.
Empezó a ser real, a ser expresada, pasó de ser algo conceptual a algo más combativo, no se si más real o más reindicativo, pero más expresado en la realidad, en las palabras pronunciadas y en las consecuencias aceptadas. 
Eire comenzó a ser el ser real del huesped en que habitaba.
No era fácil. No era agradable. Pero era el precio.
 Eire es un evolución de su huésped.
 Eire es algo más allá, algo duro de aceptar pero real. Real.
 ¿Real según quien? ¿Real según Eire o según el alter ego de los demás?
 Ese alter ego a veces tan oculto, a veces tan disfrazado de postura, algo tan falto de darse cuenta que ya no era Eire. 
Era el regente. 
Era lo de siempre, el personaje que representamos.
Eire es críptica. Es complicada y no es obvia.
 Pero es que es el único camino. Hay un camino de lo que es verdad, y otro camino de lo que no lo es. 
Y cada uno, en sí mismo, lo intuye, y lo acepta o no, libre y legítimamente. 
Más allá de nuestros condicionamientos o nuestro parecer estar. 
Hay algo más allá, pero es decisión de cada uno el poder aceptarlo o no. 
 Y tan respetable es darse permiso para ello como si no.
Sed sinceros con vosotros mismos. 
Lo único que podemos ser.
 No se puede pedir más, y no se puede pedir menos.
 Pues cada uno está en su punto, en su estado, y es un trabajo que nadie más puede realizar. 
Tú sabes lo que es real.
 Tú sabes lo que no.
 Decide si deseas prestar realidad a tu Eire particular.
 Decide si quieres ser coherente.
Si lo necesitas, claro.

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