Hoy, como cada mañana, vuelvo a pensar en vos.
Sólo el tenerte en mi mente es el comienzo
de una larga transformación corporal.
Ya estás conmigo, te siento, te huelo
y aún falta una hora para que volvamos a encontrarnos.
Necesito ducharme, quiero apartarme por un momento de tu mirada,
de tu sonrisa, de tus manos recorríendome la espalda,
pero cada intento resulta vano.
Estaré también dentro tuyo sabiendo que falta menos para vernos?
Siguen pasando los minutos, mi cuerpo vuelve a estremecerse,
son los espasmos del pronto acercamiento, no molestan, los disfruto.
Te diviso, ese vestido es único, deja ver perfectamente el paisaje que envuelve y es por esa razón que mi sudor comienza a revelar un rojo intenso.
Releo por décima vez el papel que me dejaste ayer entes de despedirnos:
"Mañana seré tuya".
Cruzamos nuestras respiraciones, los dos sabemos que es el día.
Congelás tus ojos en los míos e inmediatamente no puedo evitar besarte y rodearte con mis brazos ante la mirada socarrona de nuestros amigos.
No nos importa, ellos entienden nuestro ritual tal y como lo hacemos
desde el primer segundo en el que decidimos confiar en nuestros corazones.
Doy el puntapié inicial y te susurro al oído: estás segura?
Tu respuesta no se hace esperar, es rápida.
Y aquí estamos, tomados de la mano aguardando cumplir nuestro sueño,
ese que nunca abandonamos desde el preciso instante en el que nos propusimos caminar juntos.
Sólo resta que digamos:
"Sí, queremos" y escuchar el aplauso general de todos los que se alegraron por vernos como ser dos en la vida.
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