domingo, 8 de enero de 2012

Aquel legado...Alquimia



No tener miedo a morir, no significa salir al encuentro de la Parca 

Es curioso como la relatividad de las cosas puede asignar un valor 
o un tamaño distinto al tiempo y a la misma vida dependiendo 
de las circunstancias… 

Fue hace ya muchos años, demasiados posiblemente, tantos que no sólo pesan en el cuerpo si no que también se pierden en la memoria.

Criado en una sociedad clásica basada en el catolicismo que ha predominado  en los últimos siglos, yo también, junto con muchas personas de mi generación, intenté revelarme contra el orden establecido, 
contra la inmovilidad, contra la desigualdad y contra una injusticia que como si fuese el fiel de una balanza cuando sopla el viento, es prácticamente imposible que marque la equidad entre dos partes heterogéneas. 
 Así pues, una y otra vez en lucha contra las creencias establecidas me fui creciendo en la facilidad que era, si no desbancar, si poner en tela de juicio un conjunto de creencias que hasta entonces se habían ido aceptando como dogmas sin ningún tipo de cuestionamiento. 

Religiosos, brujos, quirománticos, adivinadores, revelacionistas, salvadores, chamanes, sanadores, profetas, hechiceros… todos aquellos que se apoyaban en un mundo ajeno a la causalidad, 
se convertía en un enemigo a derrotar, 
a dejar en evidencia, a mostrar al mundo su embuste. 

Si… ya no recuerdo cuantos años… demasiados sin duda.

 Alguien me habló de él, un chamán ermitaño que vivía en algún lugar 
de las sierras del oeste y cuyas profecías habían ido tomando popularidad y se habían extendido más allá de un entorno reducido.

 Dispuesto, una vez más a dejar lo evidente al descubierto, 
me dirigí hacia allá y gracias un muchacho de un pueblo cercano, 
no me resultó difícil localizarlo. 

Él vivía en una cabaña construida a raíz de una oquedad en la roca 
y la casa, no excesivamente amplia, estaba repleta de objetos variopintos. 

Unos desconocidos por mí, otros ampliamente conocidos… unos, 
afines a un mundo de creencia, otros absurdos como una rueda dentada vieja y oxidada que colgaba de una ajada cuerda de cáñamo que mantenía 
tensa gracias a su peso que calculé al menos en dos o tres kilos. 

Él estaba allí, agazapado en un rincón, como ausente, 
como si en realidad no le preocupase ni le interesase mi presencia…
 me miró de soslayo y continuó con sus pensamientos sin moverse un ápice, como si formara parte de aquel extravagante y dispar entorno donde el olor
 a conjuros destacaba por encima de todo lo demás 

Me dirigí a él preguntándole si podría ayudarme a encontrar mi camino
 y mostrarme mi futuro… él giró la cabeza y me miró con desconfianza
 y su respuesta fue un rotundo “no” que le aisló durante un buen rato…

 Esperé, seguí mirando aquél extraño lugar… 
me fijé en la tremenda ocupación del lugar y de aquel hombre vestido 
con ropas extrañas y que no aparentaba buscar fama ni fortuna 
y por lo tanto, él, dentro de su ignorancia, estaba convencido 
de que realmente el mundo mágico le correspondía en su interés
 y por lo tanto, que él tenía los poderes que al resto de la humanidad 
se nos habían negado… 

A él, a aquel ser lleno silencios
y que difícilmente podría formar parte de la sociedad 
y tuvo que recluirse en plena sierra, alejado de sus semejantes…
 sí, a él… no cabía duda de que aquel individuo tenía 
un serio problema de ubicación. 

Estando aún ambos embebidos en nuestras reflexiones, 
como dos luchadores observando, no a su oponente, 
si no la arena donde han de luchar, buscando resquicios, abrigos, 
armas y protecciones… él de un fuerte impulso se levantó y se dirigió directamente hacia una caja de donde sacó una sarta de huesos y otros pequeños objetos que no supe identificar… 

Se preparó en pocos segundos con una suerte de parafernalias,
 extraños cánticos y arrojar una y otra vez aquellos huesos
 dentro de una circunferencia toscamente realizada en la tierra que servía
 de suelo. 

De pronto, calló, tomó los huesos  con cierta calma 
y los arrojó con una atención inusitada. 

Sus ojos se abrieron y sin saber como comenzó a gritar, 
a reír, a sentirse pleno y feliz… reía como loco mientras yo permanecía 
allí quieto, espectador mudo de aquel extraño espectáculo del que estaba creído se hacia en mi honor… 

Él tomo mis manos mientras entre sus risas y un gran nerviosismo, 
insistía en que cerrase los ojos a lo que finalmente accedí…

No sé como fue, no sé que pasó, no tengo idea de cómo lo hizo,
 pero cuando abrí los ojos pocos segundos más tarde, 
me vi a mi mismo gritando y riendo, lleno de satisfacción, lleno de felicidad…

 Miré mi cuerpo que se encontraba, sin saber como, anciano
 cubierto de extrañas ropas, expectante en mis silencios … 

Miré sus ojos mientras aún me tenía aferrada las manos, y justo ahí me soltó mientras reía y reía… y entre esa risa y sus exagerados gestos, 
se alejaba de mí que me quedé como clavado allí, sin saber que hacer 

Si, nunca supe como lo hizo pero él cambió su cuerpo por el mío 
y ahora soy yo quien busca en la magia lo que la lógica no me explica… 

Soy yo quien busca hechizos, conjuros, pociones y fórmulas para poder repetir la magia del Todo, ahora soy yo al que visitan, 
al que juzgan de loco, a quienes le piden unos milagros que no sé hacer,
 a quienes creen y algunos a quienes siguen… pero ya no me importa todo eso y me paso la mayor parte del tiempo agazapado en el mismo rincón que estaba él cuando lo conocí, pensando en como poder escapar de aquel cuerpo, de aquella vida, de aquel encantamiento que me ata a una extraña vida.

Llevo ya muchos año, demasiado posiblemente, intentando encontrar
 el encantamiento para poder compartir esta forma… y lo haré en cuanto alguien que reniegue de la alquimia y quiera asentar sólo la lógica,
 venga a intentar convencerme de que eso es así… 

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