miércoles, 15 de febrero de 2012

Sus silencios...



Ludwig Van Beethoven se sienta frente al piano y estira sus manos entrelazadas, dejando escapar un crujido de huesos. 

Las notas de la partitura comienzan a desgajarse,
 resbalando del pentagrama una a una, 
como cuando nos caemos en las pesadillas. 

Al chocar contra el suelo producen un sonido metálico y destartalado, impropio de notas musicales. 

El compositor las recoge a puñados y se las mete en los bolsillos. 

Se coloca frente al auditorio y arroja todas esas fusas, corcheas, negras, blancas y redondas sobre el público, como hacen los reyes magos en las cabalgatas con los caramelos. 

La gente abre sus paraguas para agarrar la música del maestro, llegando incluso a pisar en la mano al de la butaca de al lado. 

Beethoven se coloca cabizbajo frente a su partitura. 

Las páginas no están totalmente en blanco. 

Quedan unos signos con forma de araña en el papel. 

Beethoven los mira, cierra el piano, y se marcha en silencio.


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