domingo, 12 de febrero de 2012

Una larga evolución...


Han tardado tanto en hacerlo que nosotros solo podríamos acercarnos a concebir todo ese tiempo pensando en una eternidad absoluta, pero al fin las criaturas de ese universo han evolucionado hasta su grado más alto y todas sus civilizaciones han confluido en un único ser; interpenetradas, 
sus conciencias han hecho de la realidad entera una sola entidad sintiente
 y mística, cuyos músculos son las galaxias, su carne el éter y su conciencia el límite del tiempo.

Ese coloso que supone, unida, toda la creación, aún deberá desarrollarse durante otra inacabable eternidad para desplegar completamente la potencialidad de su evolución
 y alcanzar el fin de ese universo. 

Ahora comprobamos que hay una luz, un estallido diminuto en la composición de una larva. Se perpetua el ciclo, nace otro universo.

Es una miríada de universos la que compone cada universo, y no hay universo que no se agrupe con otra miríada de universos para formar, a su vez,
un universo.

 Ha sido un largo camino desde que era una bacteria.

Otro ciclo se ha completado para que la pequeña larva que se arrastra 
por el fango vea aumentado en uno su número de células. 

Miramos a esa célula nueva y sabemos que dará, tras otra larga serie
 de eternidades concatenadas, en la desembocadura de esos ciclos 
de civilizaciones y universos que alcanzan la meta de su evolución 
y desaparecen, origen a una protuberancia en el cuerpo de la larva; 
una protuberancia que, a su vez, tendrá tarde
o temprano la forma de una patita.

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