miércoles, 14 de marzo de 2012

La conquista del libre albedrío.


El pasado 13 de noviembre Eddy Nahmias, profesor de filosofía de la Universidad Estatal de Georgia (EE.UU.) publicaba un interesante artículo en The Stone, un foro de discusión filosófica del New York Times, titulado Is Neuroscience the Death of FreeWill? (¿Es la neurociencia la muerte del libre albedrío?). Recomendamos leer el artículo en su totalidad, del que vamos a destacar los que consideramos sus párrafos fundamentales. 

A continuación pondremos la discusión en contexto y terminaremos exponiendo qué espacio, siempre según nuestra opinión, queda para el libre albedrío y cómo se conquista; pues no está dado por defecto y, por tanto, no todo el mundo lo tiene.

Estos son los párrafos que consideramos que encierran las premisas del argumento de Nahmias:

Las ciencias de la mente realmente nos dan buenas razones para pensar que nuestras mentes están hechas de materia. Pero concluir que la consciencia o el libre albedrío son, por tanto, ilusiones es ir demasiado rápido. Es como inferir a partir de los descubrimientos de la química orgánica que la vida es una ilusión sólo porque los organismos vivos están hechos de materia no viva. Mucho del progreso en la ciencia viene precisamente de comprender todos en términos de sus partes, sin sugerir la desaparición de los todos. No hay razón para definir la mente o el libre albedrío de una manera que cercena esta posibilidad para progresar.

[…] Pero primero necesitamos definir el libre albedrío de una forma más razonable y más útil. Muchos filósofos, incluido yo, entendemos el libre albedrío como un conjunto de capacidades para imaginar cursos de acción futuros, deliberar acerca de las propias razones para elegirlos, planificar las propias acciones a la vista de esta deliberación y controlar las acciones cuando se enfrentan a deseos competidores. Actuamos según nuestro propio libre albedrío en tanto en cuanto tenemos la capacidad de ejercer estas capacidades, sin presión irrazonable externa o interna. Somos responsables de nuestras acciones hasta el punto en que poseamos estas capacidades y tengamos oportunidad para ejercerlas.

Empecemos con el primer párrafo. ¿Si la mente es materia, implica ello que no hay libre albedrío? No necesariamente, como indica Nahmias. Pero tampoco se puede afirmar que esa posibilidad pueda excluirse. Lo único que podemos afirmar es que, si la mente es materia, está sujeta a las leyes que gobiernan la materia. Por lo tanto el problema se ve reducido en cierta manera a la posibilidad de la existencia de libertad en un universo determinista. ¿Es nuestro universo determinista?

Habitualmente se suele apelar a las fenómenos de la mecánica cuántica para encontrar algo de indeterminismo en el universo. Los que emplean este razonamiento suelen partir de unas hipótesis que pertenece al siglo XVII, en el que el determinismo consistía en afirmar la existencia de cadenas causales para cada fenómeno. Sin embargo, podemos afirmar sin temor a equivocarnos demasiado que el universo es determinista en un sentido estadístico. Yo no sé si un determinado átomo de yodo-131 va a desintegrarse en los próximos días, pero sí puedo afirmar que en los próximos ocho días la mitad de los átomos de yodo-131 presentes en la muestra lo habrán hecho, y usar este conocimiento para el tratamiento del cáncer.

 En este sentido, la ciencia macroscópica, el universo a efectos prácticos, es determinista.

¿Es posible la libertad en un universo así?

En el segundo párrafo, Nahmias nos da una definición de libre albedrío. De ella vamos a destacar esta expresión “sin presión irrazonable externa o interna”. No vamos a entrar aquí en detalle, que el lector puede encontrar fácilmente incluso sin salir de este blog, pero esta es la verdadera clave. La genética, la fisiología, la neurociencia y la psicología demuestran que nuestros genes y nuestro entorno moldean nuestra personalidad y ésta, a su vez, marca nuestras tendencias ( a ser felices, a deprimirnos, actividades que nos gustan, etc.); que nuestra herencia evolutiva nos hace percibir y conocer el mundo de determinada manera haciendo que nuestro encéfalo cree un mundo que nosotros pensamos que es real; que nuestras percepciones, decisiones y juicios se ven afectados por los niveles (natural o artificialmente inducidos) de determinadas sustancias en nuestra sangre; que la abrumadora mayoría de las decisiones que tomamos son inconscientes; y que, finalmente, tendemos a racionalizar nuestras decisiones una vez tomadas. De forma más o menos deliberada todos estos condicionantes son usados por vendedores, psicólogos, jefes, diseñadores, propagandistas, fundadores de sectas, gurúes varios, manipuladores en general y estafadores en particular, para lograr sus fines. 

Conociendo todo esto, ¿es razonable pensar que pueda existir el libre albedrío?

Nahmias expresa su conclusión de esta manera (negritas mías):

Por tanto, ¿significa la neurociencia la muerte del libre albedrío? Bueno, podría ser si demostrase de alguna manera que la deliberación consciente y el autocontrol racional no existiesen realmente o que funcionasen en un rincón protegido del cerebro que no tuviese influencia sobre nuestras acciones. 
Pero ninguna de estas posibilidades es probable.
Es cierto, las ciencias de la mente continuarán demostrando que la consciencia no trabaja exactamente de la manera en que pensábamos, y ya sugieren limitaciones significativas a la extensión de nuestra racionalidad, autoconocimiento y autocontrol. Estos descubrimientos sugieren que la mayoría de nosotros poseemos menos libre albedrío de lo que tendemos a creer, y puede que alimenten debates sobre nuestros grados de responsabilidad. Pero no demuestran que el libre albedrío sea una ilusión.

Tiendo a estar de acuerdo con este párrafo. 
Esto es, vivimos en un universo estadísticamente determinista, en el que, suponiendo que el libre albedrío pueda existir, está demostrado que nuestra libertad de juicio y de toma de decisiones está muy limitada.
 Somos muchísimo menos libres de lo que pensamos que somos.
 No obstante, ello no implica que deje de tener sentido la responsabilidad ética o penal; sin embargo, sí debería tener consecuencias para las formas que deban adoptar los castigos y/o tratamientos de los responsables.

Y es que el libre albedrío, desde nuestro punto de vista, no viene dado, no es la opción por defecto del ser humano. 
Este libre albedrío tan limitado debe ser conquistado mediante el conocimiento, el autoconocimiento y el del mundo. La existencia de las matemáticas y la lógica (no debe confundirse con su historia o con los matemáticos, individual y colectivamente) en sus distintas formas es la expresión de que este espacio de libertad es alcanzable: la racionalidad libre de sus condicionantes humanos. 
De la misma forma que el autoconocimiento es la recomendación filosófica por excelencia, el “conócete a ti mismo” que Platón pone reiteradamente en la boca de Sócrates, la idea de que la libertad personal debe ser conquistada por el conocimiento es central en la filosofía de Spinoza.

Efectivamente, Spinoza considera que somos esclavos mientras estemos bajo el control de los procesos mentales propios que no comprendemos, y tan libres como seamos capaces de comprender creativamente el universo, incluyendo nosotros mismos. 

La ciencia de hoy parece darle la razón.

Experentia Docet


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