-El ajedrez tiene sus normas.
El rey está atado de pies y manos,
es la reina quien hace y deshace a su antojo.
Yo prefiero la vida diagonal del peón.
En el ajedrez no muere el caballo por la rabia,
no hay una rebelión de peones
ni es posible la locura pasajera
de un alfil que mate a los suyos o a sí mismo
por desesperación o amor.
Y así será mientras las piezas respondan
a un designio ajeno, a la mano que las dirige.
Sólo es humano el enroque,
el esconderse cuando huir no es ya posible.
¿Qué sería de las piezas, si fuesen libres?
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