Mis padres amanecían juntos; mi madre con la cabeza
apoyada en el pecho de mi padre.
Ambos tenían los ojos cerrados y parecían perfectamente uno.
Si encuentras a una persona así, alguien a quien puedas abrazar
y con la que puedas cerrar los ojos a todo lo demás,
puedes considerarte afortunado.
Aunque solo dure un minuto, o un día.
Después de tantos años, esa imagen de mis padres meciéndose suavemente al son de la música es, para mí, la imagen del amor.