viernes, 20 de abril de 2012

Rey... filósofo o sabio.


 Me he traído a la memoria una de las ideas del hijo de Aristón y Perictione, el de las espaldas anchas. Curiosamente se trata de la idea que inspiró al ayatolá Jomeini la concepción general de cómo debería ser gobernada una república islámica: es el amante de la sabiduría, el filósofo (desde la perspectiva islámica chií esto es equivalente a los clérigos),
 el que debe ser elegido gobernante.
Efectivamente, desde el punto de vista platónico el “rey-filósofo” 
es la persona sabia que acepta el poder que le otorgan las personas que son suficientemente sabias como para elegir a un buen gobernante. 
Esta es la tesis de Sócrates en “La República”, que la mayor sabiduría
 que pueden demostrar las masas es la elección sabia de un gobernante,
 él mismo sabio.
Pero, ¿cómo reconocer a un hombre sabio en primer lugar?
 Existen cinco signos externos y cinco características
 de su forma de actuar para guiarnos.

Los 5 signos
En primer lugar, y siguiendo a Asimov, debemos acabar con la “excusa socrática”, es decir con asimilar la falta de conocimiento, malcitando a Sócrates (“solo sé que no sé nada”), con un signo de sabiduría. 
Los investigadores en ese campo de la psicología que algunos llaman psicología positiva definen la sabiduría como la coordinación del conocimiento y la experiencia, por una parte, con su uso deliberado para mejorar el bienestar (entendido como justicia, ausencia de conflicto, etc.) por otro. Con esta definición en mente consideran que hay cinco signos que caracterizan al humano sabio, a saber:

se conoce a sí mismo
posee conocimientos y experiencia
es sincero y directo con los demás
los demás le piden consejo
sus acciones son consistentes con sus creencias éticas

Si pensamos en alguien que consideramos sabio, a poco que reflexionemos nos daremos cuenta que cumple las características anteriores.
 Pero estaremos de acuerdo que estos cuatro signos parecen, en todo caso, condiciones necesarias pero no suficientes para poder calificar a una persona como sabia. Efectivamente, un religioso radical, por ejemplo, puede reunir estas condiciones y no sería considerado sabio por una mayoría fuera de su sistema de creencias. Es necesario, pues, fijarnos en cómo actúa.

Actuando sabiamente
A los sabios se recurre cuando hay problemas buscando consejo para solucionarlos. Y es ahí, en la resolución de problemas donde brilla la sabiduría. Una persona que reúna la 5 signos anteriores podremos decir que actúa sabiamente y, por tanto, es sabia, si sus acciones y consejos se caracterizan por:

una voluntad de buscar oportunidades
 de resolver posibles conflictos existentes
una voluntad de buscar el compromiso
un reconocimiento de los límites del conocimiento personal
una consciencia de que puede existir más de 
una perspectiva de un problema
una asunción del hecho de que las cosas pueden
 ponerse peor antes de mejorar

Somos nosotros los que ahora, armados con estas herramientas de contraste, debemos dedicarnos a analizar el comportamiento de los que nos gobiernan y a aquellos que aspiren a hacerlo para poder elegir sabiamente. 

Quien pueda elegir, se entiende...