La balanza se movía alocadamente a uno y otro lado
por el juego incesante de los gemelos.
El cangrejo intentaba atrapar a los peces que se habían
escondido en el fondo del acuario.
El escorpión soñaba agazapado bajo una piedra con vientos cálidos de desierto, mientras el centauro miraba lascivamente a la virgen que peinaba
su larga trenza de plata.
El toro dibujaba en la arena caminos con salidas señalizadas mientras la cabra y el carnero conversaban sobre la cara hoy no oculta
de la luna en un monte de orégano.
El león había dejado de rugir para poner orden,
al fin y al cabo una noche es una noche y el astrónomo
dormitaba felizmente abrazado a su telescopio...
