jueves, 14 de junio de 2012

entre Neutrinos y Cuasicristales...


Esta es otra de las ocasiones en la que a uno le ponen la entrada a huevo. 
En cuestion de pocos días se han acumulado una serie de eventos que hacen que la entrada se escriba sola.
 En las últimas semanas, varios amigos y conocidos me han preguntado 
por el asunto de los speedy neutrinos, como los ha bautizado uno de ellos. 
La marabunta mediática que se ha organizado sobre si Einstein tenía o no tenía razón se ha simplificado en titulares, de tal manera que el más común de los mortales quiere enterarse de algo, no vaya a ser que una parte importante de la tecnología en la que descansamos (GPS, láseres, resonancia magnética nuclear,..) se vaya a ir al garete por una panda bastante numerosa de físicos circunspectos a caballo entre Suiza e Italia.

Sin embargo, nadie me ha inquirido sobre el Nobel de Química 2011, adjudicado a Daniel Shechtman por sus, poco a poco, famosos cuasicristales. Lógico por otra parte. Shechtman no es Einstein y las repercusiones de los cuasicristales en nuestra vida diaria están todavía por ver. 
Pero tiempo al tiempo.
 Tampoco voy a emplear centenares de caracteres en contarles 
lo que son esos cuasicristales.

Lo que a mi me interesa más de la historia de Shetchtman es la tozudez con la que ha defendido, a lo largo del tiempo, un descubrimiento por chiripa que realizó hace casi 30 años.
 Sus resultados chocaban frontalmente con todo lo establecido en cristalografía desde hacía más de un siglo y, lo más razonable, hubiera sido mandarlos
 a la papelera. 
Tanto es asi que, en muchos congresos en los que ha ido mostrando esos resultados, ha tenido que aguantar los sarcasmos de muchos de sus colegas, que casi le recomendaban la lectura de manuales para estudiantes para que cayera en la cuenta de su equivocación.
 Y entre los que le criticaron con ferocidad estaba el dos veces Premio Nobel (uno de la Paz y otro de Química) Linus Pauling.
Pauling era un hueso de roer. Pero también ha tenido equivocaciones notables que se ha tenido que tragar.
Su equivocación en la propuesta de la estructura del DNA es de las que hacen historia y sus devaneos con cierta medicina alternativa a propósito de su fe en la Vitamina C también.
 Y este tipo de dogmatismo sobre lo establecido es bastante corriente
 en la historia de la ciencia. Por sólo limitarme al campo de los polímeros,
 el padre de la idea de que podían existir moléculas gigantes de cientos
 y miles de unidades unidas por enlaces covalente, Hermann Staudinger, Premio Nobel de Química en 1953, tuvo que aguantar de un preclaro
 Herr Professor alemán en Química Orgánica la siguiente frase envenenada: "Mi querido colega, deseche sus ideas sobre las moléculas grandes. 
No hay moléculas superiores a un peso molecular 5000.
 Purifique bien sus productos y al cristalizar le revelarán su carácter
 de moléculas de bajo peso molecular".
 Lo de "purifique bien sus productos" para un químico orgánico es como llamarle guarro a la cara.
 Y, sin embargo, la industria del plástico está llena macromoléculas o polímeros con pesos moleculares que van desde cientos 
de miles a varios millones...
Así que no es raro que en las trifulcas (cada vez más abundantes)
 que se organizan sobre ciencia y pseudociencia, un argumento 
de los partidarios de la segunda sea el echarnos en cara lo orgullosos 
y dogmáticos que somos los científicos defendiendo una idea que establecemos como irrebatible. Y, ciertamente, no hay más que ir a congresos científicos serios para comprobar con qué arrogancia se defienden determinadas hipótesis, algunas con endebles bases en las que sustentarse. 
Pero como quedaba claro en un reciente post del Cuaderno de Cultura Científica, los que son arrogantes son las personas que trabajan como científicos pero no la Ciencia como tal, cuya principal característica es la de ser humilde para reconocer sus propios errores cuando las evidencias se acumulan en contra de una hipótesis o una teoría.
 Es seguro que Pauling introdujo muchos dedos en los ojos de sus colegas
 en lo relativo a sus ideas sobre el DNA pero, al final, el método científico
 le obligó a meterse el rabo entre las piernas 
y hacer mutis por el foro en cuestión.

Algo que no hacen nunca los que no reconocen al método científico 
como herramienta.
 Pero que ello no les sirva como excusa para no usar la humildad como distintivo señero de nuestras convicciones. 
Cruzando los dedos para que nadie nos las desbarate.