Comenzamos con una manzana.
Usando nuestro Rayo, dispersamos sus átomos y la recompusimos
en el interior del planetoide hueco que habíamos construido para tal fin,
a cinco mil millones de kilómetros de distancia.
Nadie se percató de su desaparición.
Seguimos con una oveja.
Su pastor la echó en falta al hacer el recuento, pero tres días después
se convenció de que jamás la encontraría,
ya que los lobos la habían devorado.
Éxito total.
Una casa abandonada en pleno campo no fue mayor problema
para nuestro Rayo.
Pasaron meses y hubo extrañeza, pero la casa fue olvidada
y aceptado el misterio.
La desaparición de un avión de combate no pudo ser ignorada,
pero ante la evidencia y la falta de pistas para recuperarlo
se impuso la resignación.
Nos llevará tiempo, pero la Tierra será conquistada.
La robaremos átomo a átomo.
... sé que hay otra explicación para la desaparición
esta mañana de las manzanas que quedaban en la heladera
y de una media del lavarropa...