Hay instantes que me desarmo.
Ni eufemismos ni metáforas: me desarmo,
me desparramo en piezas como un mecano mal encajado.
Cuando la conversación discurre por caminos que no siento.
Entonces se oye un ¡crack! y al cabo un ¡plam! de brazos, piernas, manos, pies, cabeza y tronco en derribo, abandonada sobre el suelo mi colección
de miembros desparramados.
Espero entonces, paciente y fragmentado, en el fondo del silencio a que lleguen mejores tiempos, épocas menos devastadoras para esa naturaleza mía
de puzle agitado por seísmos.