sábado, 18 de agosto de 2012

aquella Alas...

En lo más profundo del firmamento, 
sumidos en las distancias siderales y ocultos entre el fulgor de todos los astros, 
los dioses debaten estrategias paternales.

En su magnificencia, hoy se han fijado en el mayor de los Gutierrez. 
El joven necesita ayuda y, además, se la merece, 
después de haber demostrado sobradamente, 
que una vida de sacrificio por el prójimo no te hace más feliz, pero sí mejor persona. 

La cuestión se centra ahora, en elegir al aspirante más adecuado para llevar a cabo el cometido, entre todos los que esperan ansiosos su oportunidad en la antesala de lo sublime.

El viejo Godoy, es uno de los aspirantes a ángel.
 Poco se conoce de sus andanzas terrenales,
 aunque a buen seguro éstas no fueron reseñables desde el punto de vista de lo singular. 

Un matrimonio tranquilo, un trabajo anodino, 
dos hijos con pocas luces pero simpáticos. 
Poco más. 
Una vez en el cielo, gracias a su tierna mirada 
y a sus cándidas torpezas, no tardó en hacerse querer. 
Sin embargo, hasta ahora no se había hecho merecedor de encargo alguno, 
debido a que el bendito tiene el coeficiente intelectual de un conejo.

Pero hoy es navidad, y los dioses, jugando a ser sensibles en tan entrañables fechas,
 han pensado en él en una suerte de arriesgada apuesta que, 
conscientes, les puede salir rana. 

Así pues, la misión consistirá en bajar a la tierra en esta noche tan tempestuosa, 
y hacerle ver a Luis el gravísimo error que supondría que optara por dejar de sufrir.

Se las ganará o no, 
dudan los dioses para desgracia del mayor de los Gutierrez,
 pero lo que está claro es que, cuanto menos, 
a Godoy sus alas le van a costar un buen resfriado.