lunes, 27 de agosto de 2012

Continuamos con la complicada evolución de un Físico (20298) parte 2.


Pasa el tiempo y con él nuestro protagonista va adquiriendo nuevas inquietudes y certezas. 
Dos peculiaridades nos permiten presagiar el carácter fisicista del niño.
  1. Un padre, con cara de extremo agobio y cansancio, hundido en el sillón y con una mano en la cara intentando sujetarse la cabeza. 
  2. A su lado, un hijo insaciable, ávido de conocimientos, 
  3. que no para de repetir "
  4. ¿Por qué?" a cada intento de explicación de sus sufridos progenitores.
  5. Ningún juguete dura más de una semana en sus manos.
  6.  Pronto se descubre que el verdadero placer del niño consiste en desmontar el juego, ver lo que tiene dentro, en lugar de jugar con él.
  7.  Éste es un momento crítico en el desarrollo del pequeño. Si el juguete permanece destartalado, tendremos un físico; si, por algún extraño motivo, el muchacho intenta recomponer el artefacto en cuestión, probablemente será ingeniero.
A partir de su ingreso en el cole, el muchacho emprende un rápido desarrollo asintótico de su personalidad.
 Además, éste es el período (2 pi) en el cual el niño va comenzando a relacionarse con el mundo mediante el aprendizaje de la lectura, la escritura, los números y, sobre todo, esas entrañables canciones que ya no olvidará a lo largo de su vida y a las cuales acudirá en numerosas ocasiones: cuando se va por la tangente, en momentos de abatimiento perturbativo…
Había una vez un neutrino chiquitito,
había una vez un neutrino chiquitito,
que no podía, que no podía, que no podía interactuar…
O aquella otra famosa tonadas:
Debajo un protón, tón tón
del señor Martín, tín tín
había un fotón, tón tón
¡ay que chiquitín, tín tín!
Salvo por estos pequeños detalles, la niñez de un físico puede desarrollarse con perfecta discreción y continuidad dentro de su entorno socio-escolar, aunque siempre podemos encontrar excepciones. 
En tales casos, ciertamente patológicos, el niño exhibirá una tozuda inclinación por lecturas de carácter predominantemente astrofísico, lo cual le llevará a agotar rápidamente todos los ejemplares que encuentre sobre el tema en la biblioteca del colegio y pronto se lo verá melancólico y ensoñado a causa de que su capacidad de razonamiento pronto supera el nivel expositivo de los textos a su disposición.
No obstante, por lo general, no será hasta la adolescencia cuando el propio individuo descubra su auténtica vocación.
 El detonante de este descubrimiento radical se suele producir como consecuencia de algún desengaño amoroso, el cual, unido a cierto ensimismamiento y timidez, le obliga a plantearse con excesivo rigor, cosas de la edad, si no sería más fructífero intentar comprender algo "sencillo" como la Naturaleza, antes de intentarlo con las mujeres. 
El caso de la vocación femenina es más complejo, a + bi, y engloba toda una serie de factores condicionantes que, desgraciadamente, todavía ninguna de ellas ha sabido explicarme y se resume en un lacónico "Porque me gusta".
Aunque cada vida es un universo (por lo menos, depende de los agujeros negros que tengas) y es imposible colapsar en un solo estado todas las circunstancias que rodean a una persona, intentaremos exponer la toma de conciencia del ego físico mediante un ejemplo semiempírico (ad hoc).
 Pensemos por un momento en ese tímido adolescente herido por la visión amorosa de una belleza cósmica (o cosmética, nunca se sabe), que él considera lejana (unos gigaparsec, no más), inaccesible, y con la cual nunca podrá interactuar. 
Según pasan los días, su agitación crece más y más hasta perder el equilibrio termodinámico, mientras comprueba con sufrimiento inenarrable cómo ella pasa de él como si fuera un neutrino. 
Pero, cuando más triste y abatido está, cuando cree que todos le desprecian más que el término de orden superior de un desarrollo de Taylor, cuando su propia depresión le hace parecer más degenerado que un átomo de hidrógeno no relativista, algo sucede. 
 Como todo buen físico sabe:
Caminante, no hay camino,
se hace camino al integrar…
En ese instante se produce el milagro, una dulce mirada, una sonrisa de la amada que apenas dura un nanosegundo, lo eleva al continuo y siente renacer en su corazón lo que dijo el poeta…
Volverán los oscuros electrones
sus orbitales atómicos a poblar,
pero aquellos que se ionizaron,
esos ya no volverán.
Y ya en su casa, deseando que llegue una nueva aurora para contemplar aquellos perfectos contornos que ni siquiera osa recordar en sueños, sin poder dormir, canta entre suspiros:
Algo se muere en el vacío
cuando un positrón se nos va…
Cuando un positrón se nos va,
algo se muere en el vacío,
cuando un positrón se nos va.
Algo se muere en el vacío,
cuando un positrón se nos va…
No te vayas todavía,
no te vayas, por favor,
no te vayas todavía,
que rompes la simetría
de la carga y del leptón…
Algo se muere en el vacío…
No te vayas todavía,
no te vayas, por favor,
que hasta la energía mía,
que hasta la energía mía,
llora y pena por tu adiós.
(continuará)