Tierra árida, deseosa de buscar su fruto.
El tiempo se avecina. Comienza a nacer una rosa.
Rosa de pétalos rojos.
Bella pero con espinas.
Extraña al lugar
No la toquemos, veamos sólo su hermosura.
Rodeada de papeles, de sonrisas expectantes.
Media noche...Al menos hay una pequeña rosa.
Amanece el día y los recuerdos del día anterior se hacen presentes.
Allí está la rosa.
Pensamientos nebulosos que buscan la claridad que se les niega.
Horas que pasan y llega el momento.
Palabras vacías, decoradas en blanco y negro.
Miro la rosa.
Sus pétalos han perdido la fragancia.
Los toco y mi tacto percibe la textura de una burda tela.
Vacío, oscuridad.
Horas anodinas en la habitación de un hotel.
Ya no hay rosa. Ni siquiera su color.
Ni siquiera su forma que engañe a los sentidos.
Tierra árida de puna que también sueña con vergeles.
Sueños, esperanzas, silencios rotos que hielan mis sentidos,
vacío... nada...
Mientras, desde el tren en el que me voy alejando,
veo el aire que en forma de remolino,
juega con los pétalos de algo, que alguna vez fue una rosa...