domingo, 26 de agosto de 2012

sobre Pensamiento Cuántico (20285)


Gabriel Aramburu en su libro El Pensamiento Cuántico explica como la realidad cuántica es la única solución para huir de la sociedad acomodada, mermada, falta de ideas en la que poco a poco nos hemos ido convirtiendo. 
Porque “vivimos el mundo de Fernando Botero, gordo y ridículo, posicionado monolíticamente en su propia desfachatez, lo cual constituye algo muy serio.
 Todo hoy día parece tener el sabor de esa desproporción anquilosada e inoperante que expresa Botero.
 Tal como también en sus días, Picasso olfateara la intensa fragmentación de las cosas humanas, lo cual dibujó muy claramente porque él lo veía venir, el mensaje de este Botero de hoy expresa el aburguesamiento de la especie, el ejercicio o el disfrute de una realidad gorda, adocenada y pendeja.
Los líderes occidentales, por ejemplo, son candidatos excelentes para ser esculpidos con las formas de las dicientes esculturas de Botero. Quedan mejor representados si los esculpe un Botero. 
Un George W. Bush bien gordo luciría espléndido en cualquier ciudad del mundo.
 No escapan a esto los líderes árabes, palestinos o judíos, ni los para nosotros míticos orientales, ni siquiera el viejo y santo Papa con todo el cariño y el respeto por todo cuanto ha hecho y hace.
 Botero ha captado lo que hay y lo que viene y lo expresa irónicamente: el engordamiento de una cultura transcontinental saturada, más allá de lo cual no le queda sino reventar.
El pensamiento cuántico es algo universal: es un escenario, un hogar, una dimensión y un universo mental para una nueva civilización humana. No admite distinciones de raza, credo o edad, ni de sexo o costumbres sexuales, tendencias políticas, ni de pasado judicial, idioma, nacionalidad o jerarquía. 
Es una revolución general y, como tal, puede ayudarlo a una significativa revolución personal.
Los autores de lo cuántico son muchísimos y en el fondo son la humanidad y la historia mismas. 
Lo cuántico, tal como lo interpreto y lo propongo apunta a aquello que todo humano posee de más valioso: el juicio de la ciencia y la conciencia humana.
 El poder de lo cuántico nace originalmente de un área del pensamiento que, mucho más rápido que la economía, la política, la filosofía o el arte, u otros ámbitos del pensamiento social, vivió un extraordinario desarrollo durante el siglo pasado: esta área es la científica. Y aquí empiezan noticias buenas. Por ejemplo y para comenzar, nuestro equipo de investigación ha vivido el privilegio y el gusto de comprobar cómo la ciencia, un tanto callada por allá en los rincones de los laboratorios, repleta de sabias pero impopulares ecuaciones matemáticas, encontró de repente comprobaciones que asombraron a los físicos y los obligaron a aceptar que había surgido una revolución en la forma de pensar para todos los humanos y no sólo para los físicos o científicos. Esto ha sido un revolcón total, de tal tamaño que estos mismos físicos se han demorado más de un siglo para resolverlo o mejor aceptarlo, porque los misterios de la revolución todavía no están resueltos y quizá no lo vayan a estar nunca. Por ahora sólo se sabe que ocurrió esa revolución y que se continúa descifrando.
Espero que mis lectores no se confundan con esto. 
Las noticias siguen siendo buenas. El hecho de que quizá la cuántica no se pudiera entender nunca constituye uno de sus máximos encantos. 
Al respecto, a lo largo de mis conferencias me he encontrado con personas muy simpáticas que asisten regularmente a las reuniones o nos escuchan con asiduidad. 
Y me dicen: “Llevo dos años escuchándolo y hasta ahora no he podido entender pero me fascina el cuento que usted ‘echa’, y lo más importante es que me ha transformado”. 
Sobre esta postura tenemos miles de testimonios.
Esta incapacidad para comprender lo cuántico se deriva de que el cerebro y la mente poseen muchas zonas de trabajo además de la zona racional, la que es capaz de comprender o entender: son zonas de intuición, de propiedades aún desconocidas, de unión inconsciente con los demás seres del universo, zonas de arte, de estética, de humor, de amor, de sentimientos, en fin, de todo un cúmulo de asuntos que no son racionales.
Y ahora, no hay que olvidar que hemos vivido durante dos mil quinientos años educados por ambientes que le han hecho venias a la razón como si fuera la máxima capacidad del ser humano, una antigua creencia que nos ha arrinconado en esas zonas muy restringidas del cerebro y la mente. ¿Cuestión de modas cósmicas evolucionarias? 
Para mí sí. Y esta última moda, la racional, lleva ya más
 de dos mil quinientos años y se nos enquistó en lo profundo del ser.
Repitamos pues que en medio del universo de la razón, lo cuántico, por fuerza de sí mismo, se sale de la razón sola y penetra las áreas mentales donde no existen el entendimiento y la lógica, y por eso es que lo cuántico, por su misma naturaleza, no se puede comprender totalmente. Es como tratar de explicar por qué la Mona Lisa se sonríe como lo hace, o por qué, como dijimos, Picasso pintó sus obras fragmentando la realidad, o por qué Botero dibuja un mundo gordo, haciendo una pausa histórica en un paradigma tonto.
 O, enfocando desde otro punto de vista muy popular, es como tratar de explicar con la ciencia disponible los fenómenos parapsicológicos cuya realidad ya nadie puede negar.
Si quiere ponerlos a gaguear, pregúntele a los artistas o a los psíquicos por qué hacen lo que hacen. Tal vez nunca quede satisfecho con la explicación. Ellos mismos tampoco “lo entienden”. En lugar de eso, lo sienten, la saben. “Saber” es diferente a “entender”. 
“Sabiduría” es diferente a “conocimiento”.
Y bien, por ahora, lo importante es aceptar que nos encontramos en el ojo del huracán de una época de revolcón. 
El revolcón de la revolución científica y, tras él, la revolución del pensamiento total, psicológico, filosófico, social, artístico, humanístico. No nos equivoquemos en esto. 
Estamos hablando de palabras mayores.
¿Y no resulta claro que la complicada situación necesita precisamente una sacudida fuerte y que funcione? Pues eso es lo que intenta este libro: contarles sobre esa sacudida que ya aconteció, y que todavía no se ha popularizado por haber surgido a partir de ecuaciones matemáticas muy complejas que la población general no domina.
 De hecho, son muy pocos los personajes en el planeta que lo hacen.
Y también porque la revolución está muy fresca aún.
 Los académicos cuentan, un poco con humor, que en todo el planeta no hay más de una docena de personas que entiendan la Relatividad de Einstein, ¡pero que no hay ni una sola que entienda la Cuántica!”