Museo Antropológico de México DF
Imagínese la escena: un gigantesco ovni sobre el desierto,
rayos láser salen de su parte inferior, desplazando grandes bloques de piedra bajo los asombrados ojos de los nómadas.
Cuando la nave se ha marchado, quedan sobre la arena tres grandes pirámides. Durante generaciones, los maravillados hombres tribales contarán el acontecimiento en sus leyendas y libros sagrados describiendo a la nave como un mensajero de los dioses, y a sus pilotos como ángeles
sobre carros dorados.
Según algunos, esta escena pudo ocurrir realmente hace unos 5.000 años en Gizeh, el enclave de la Gran Pirámide de Egipto, y en diferentes épocas,
en otros lugares: en Stonehenge (Inglaterra),
en el este de Islandia y en América del Sur.
Pero, ¿por qué una civilización avanzada tendría interés en ayudar a los indígenas a construir estas enormes estructuras?
Las teorías van desde afirmar que eran transmisores cósmicos
a decir que fueron puertas hacia las estrellas.
Algunos partidarios de la teoría de los antiguos astronautas llegan a sugerir que la propia especie humana fue "sembrada" por alienígenas.
Según dicen, estos visitantes llegaron hace cientos de miles de años
y le dieron un empujoncito a la evolución, tal como está descrito
en la novela de Arthur C. Clarke, 2001: Una odisea del espacio